"Nimes ha proclamado a Paco Ojeda, emperador del toreo". Así comenzaban las líneas de la crónica de nuestro compañero Filiberto Mira para relatar una de las tardes cumbres de la carrera del torero de Sanlúcar de Barrameda.
La primera oreja de la tarde llegó en su segundo toro: “Arquetipo de lo que es ligar la faena de muleta. Ojeda condensa en esta ocasión todas las virtudes del arte de torear. El trasteo a este toro, destaca por lo anudado del ligazón en todos y cada uno de los empalmados pases. Tras estocada y descabello corta una oreja”.
Con el tercero: “Verónicas profundas, chicuelinas cantarinas y revoleras señoriales. Hondura, gracia y empaque se hermanan en el lancear al tercero (toro en el que riman la vibración y la nobleza). Realiza un quite histórico, pues nunca se había visto esto de fundir en un solo trance de inspiración gloriosa, las chicuelinas de Manuel con las majestuosas gaoneras del mexicano don Rodolfo. Naturalidad absoluta en la plena verticalidad de la variada y honda faena. Más cerca no cabe el pasar de los astifinos pintones. Pinchazo, media y otra oreja”.
Como narraba Filiberto, la coronación de Ojeda vino en el quinto toro: “Genial el toro, porque en el misterio de su instinto, dio la impresión de que tenía que embestir de tal forma que hiciera posible lo que se vio y vivió. El toro atisbó que la absoluta entrega del torero, exigía que en la tarde memorable, el inspirado genio humano, cuajara una faena de la que el propio toro fue el más asombrado. Verónicas con mayúscula. Otro quite de portento insuperable. El propio Paco Ojeda banderillea con los colores de Francia en los palitroques clavando en lo alto los tres pares, cuadrando en la cara y con precisión en el momento del embroque. Aguantó tanto en el tercer par, que vale decir que lo clavó, quedándose quieto. La quietud es la marca de Ojeda, que precisamente a José Luis Marca le brindó la faena imperial que cuajó con un toro genial. Como remate, pinchazo en la cruz y estocada hasta la bola. Delirio en la vuelta al ruedo con las dos orejas y el rabo en las manos”.
En el sexto y último, “su lancear recuerda las danzas de don Antonio. Trasteó postrero en el que el rigor de lo clásico, se recubre con el prodigio de la primorosa gracia. Estallido de los gozosos olés al remate de las series de los jubilosos pases. Estocada, certero descabello, y nueva oreja".
Salida a hombros por la puerta imperial de este anfiteatro de Nimes, transfigurado en la Roma del toreo, con más de veinte mil gargantas coreando el nombre de Paco. Como homenaje a la patria del emperador del toreo, cantan el pasodoble con la estrofa de ¡Que viva España!
Lleno de "No hay billetes", 22.000 espectadores en la Feria de la Vendimia de Nimes. Se lidiaron seis toros de Jandilla, bonitos, astifinos, encastados y de interesante juego, siendo todos ovacionados a excepción del primero y el cuarto. Paco Ojeda, vestido con un terno blanco y oro, actúo como único espada (ovación, oreja, oreja tras aviso, palmas, dos orejas y rabo, oreja).
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Paco Ojeda, imperial en la Roma del toreo
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