Partió el expreso 2020: Olivenza, Valencia, Sevilla, Madrid, Nimes…

Arrancó y acabó Olivenza. La más joven de las ferias importantes. La cuestión más allá de los resultados artísticos de cada año, tiene su mensaje. Su moraleja. Cuando se aplica la imaginación, se trabaja en la buena dirección y se cuenta con el apoyo de la administración, la tauromaquia tiene vías de expansión. Hasta las crisis parecen pasar de largo. Olivenza es la prueba. Los Domínguez, Cutiño y las administraciones públicas que metieron el hombro en la consolidación merecen nota. Que les pongan un azulejo de reconocimiento. Cuando tantas puertas se cerraban, ellos crecieron. De prácticamente una referencia local a una cita del mayor rango en la que las figuras y los aficionados se pirran por estar. De una ciudad en preocupante calma (esa es la tónica general del país) a una ciudad en gozosa ebullición económica. Ahora toca no descabalarlo. En lo artístico, este año apareció un nuevo Perera; apareció el Padilla apoderado que coincide con el Padilla que no puede vivir sin el toro; hubo mucha gente en la novillada, ¡albricias!; reapareció Ferrera en su estado de iluminación de los últimos meses; soltó un toro de indulto -nada que le privase de la polémica- Justo el de Garcigrande, que le tiene cogido el punto a la cuestión; volvieron a pasar cosas en la matinal del domingo con Emilio de Justo, que sigue creciendo, y Marín, que anda a la búsqueda de recuperar el buen rumbo, cualidades tiene; y pasaron menos cosas, me cuentan, en la vespertina, seguramente porque la inspiración de los artistas no es fácil ni frecuente que aparezca dos días seguidos.

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