"Pedrés serio / Pedrés quieto / como los molinos quieto, como los molinos serio”, así definió el poeta Rafael Duyos al gran torero manchego...
"Pedrés serio / Pedrés quieto / como los molinos quieto, como los molinos serio”, así definió el poeta Rafael Duyos al gran torero manchego de los años cincuenta del pasado siglo. De Pedro Martínez González se podría decir con propiedad, que descubrió el terreno en el que todos los toreros que desde entonces han querido ser figuras de primera magnitud han tenido que torear. Acortó las distancias, se cruzó al pitón contrario y les ganó un paso a los toros en cada muletazo. En consecuencia le servían casi todos los toros.
Paco Ojeda, Dámaso González y José Tomás no serían quienes han sido sin Pedrés. Ellos son hijos de su tauromaquia. Que él haya sido y sea un hombre sencillo, que nunca buscó honores ni reconocimientos, no nos da legitimidad a nosotros para olvidar su significación en la historia moderna del toreo. Quienes asesoran al Ministerio de Cultura para la concesión de la Medalla de las Bellas Artes en el toreo, deben tener en cuenta la aportación de Pedrés a la evolución del arte de la tauromaquia.
Pedro Martínez es ya octogenario y debería tener la satisfacción de ver reconocidos sus méritos. Pocas medallas serían tan justas y necesarias como la suya. Albacete, cuna de grandes toreros, también merece ver valorada su importancia taurina en uno de sus hijos más preclaros.
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