Días de gozo y a la cuarta al pozo. Bilbao es una feria de lujo, grande y digna de los mayores cuidados. Arrancó con tres días fastos y a la cuarta: lo nefasto. No todos los días son de vino y rosas. Pero a la de cuatro se nos cayó el “pilar” de la Fiesta que es el sostén de este tinglado maravilloso cuando sale bien; y palacio en ruinas cuando de seis toros los seis se han dejado la casta en alguna encina del duro campo charro. Siniestro total de El Pilar. Y duele por todo, por los que pasaron por taquilla con el mérito que tiene eso en plena crisis, por los de luces, por el resto de actores y por Moisés Fraile. Los Fraile son gente buena y currantes de verdad. Viven y sudan por y para la ganadería. Esta familia cogió el relevo de las extintas dinastías de lo que era la nobleza ganadera salmantina. Se marchitaron hierros históricos: Antonio Pérez, señor de San Fernando, Atanasio Fernández, alquimista y casi mago, los Galache, los Cobaleda, Dios mío, los gracilianos, los Arranz, Alipio… una nómina entera de grandes casas, grandes fincas, grandes ganaderías que se llevó el viento del olvido. Y esta gente currante y noble de los Fraile, sin escudos ni blasones, han mantenido los hierros charros en las ferias grandes. Y por eso me duele el petardo que han pegado los de El Pilar aquí en Bilbao…
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