La página de Manolo Molés

Pensando en México

Manolo Molés
domingo 01 de febrero de 2015

Hay toreros que tienen un misterio especial: el de la personalidad, el de la torería, el de la sorpresa, el de la creatividad por tanto. Toreros que te llenan la vista y te ensanchan el corazón de aficionado. No es fácil y no son muchos. Pero uno de ellos, o el más significativo, es Morante de la Puebla. Nunca lo identificarías como un torero más, ni siquiera dirás de él que es bueno o malo o regular. Dirás que es distinto, con la diferencia de la personalidad y de ese sentido de la ética y la estética hijas de la creatividad y no sólo de la técnica y el oficio. Morante es por eso un torero de aficionados, y un torero con partidarios, y siendo catalogado como artista no es un torero feble, de valor medido sino lo contrario. Entre otras cosas resulta que para torear con tanto sentimiento eso supone entrega, valor y riesgo. Hay pocos capotes que vuelen como el de Morante. Y la colocación es perfecta. Con la muleta no se queda atrás pero estos toreros necesitan que el toro colabore y no como esos que vemos en las noches de domingo en la México que aburren a los más pacientes por una razón fundamental que ya de por sí elimina todos los demás argumentos. Por falta de casta. Y sin casta no hay emoción, ni se redondean faenas. Se podrán cortar orejas, y de hecho las cortan, en esa Monumental azteca despoblada de aficionados porque el toro duerme hasta a las ovejas. Y además corta la inspiración como el aliento ese viento de mansa mansedumbre de los bovinos aztecas. Aun así diría, dijo y decía siempre el maestro Chenel: “Hasta cuando dicen que no ha estado bien a mí me ha encantado Morante. Siempre me llevo algo del toreo auténtico”. Y de ahí no le sacaba nadie.

Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1949

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