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Pepe Pirfo, el torero que más actuó en Barcelona

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Pepe Pirfo, el torero que más actuó en Barcelona

La fiesta de los toros se dibuja sobre un tablero de círculos concéntricos donde cada pieza juega un papel asignado y relevante para su correcto y preceptivo desarrollo. Como si de trebejos de ajedrez se tratara, la tauromaquia cuenta con sus reyes, vestidos de seda y oro, sus caballos y sus peones. Éstos últimos al servicio de su matador y maestro. Detrás de estos espadas, hay un ejército, inasequible al desaliento, de hombres románticos y gallardos, leales escuderos de su jefe de filas, que visten de plata, el color que cubre la sien de los experimentados y sabios. Salvo en honrosas y aisladas excepciones, no gozan del reconocimiento que estos merecen. Estos, los banderilleros o subalternos, aman su profesión de torero por encima de todas las cosas. Están entregados a ella, en cuerpo y alma, y están dispuestos a dar su vida por el toro sin remilgos ni dubitaciones. En este escuadrón de terno argénteo distinguimos la figura de José Leandro Muñoz, Pepe Pirfo, como ejemplo de hombre hecho a sí mismo, o self-made man, que diríamos quienes profesamos gusto por lo anglosajón, y que consiguió realizar su particular sueño americano en las primeras plazas de América y España durante la mejor época de la historia del toreo.

En estas líneas trataremos de avalar por qué es considerado por muchos críticos taurinos como uno de los mejores terceros de España habida cuenta, entre otros méritos, de la dilatada y leal trayectoria de este banderillero de Huelva con las máximas figuras del panorama taurino español como fueron Antonio Borrero “Chamaco”, Diego Puerta y Rafael de Paula. Y es que escribir sobre la admiración hacia un torero no es fácil cuando además tienes el pellizco en el corazón que da el parentesco de nieto a abuelo. Por eso, dejaremos que sean otras reputadas plumas y rúbricas del pensamiento nacional e internacional, amén de los méritos propios, los que definan la existencia de Pepe Pirfo.

Rafael de Paula profesaba sincera admiración hacia Pirfo. Tanto es así que tenía una especial deferencia con su banderillero a quien mandaba a un chófer a recogerlo a su casa para las distintas citas profesionales

José Leandro Muñoz, Pepe Pirfo, nació en la calle Miguel Redondo de Huelva, el 21 de septiembre de 1921. Hijo de Francisco Leandro, excelente novillero y sobrino de Gregorio Leandro “Mellaíto de Málaga” (matador de toros) y Manuel Leandro, magnífico peón de brega, siembran en nuestro biografiado la inmarcesible semilla de la afición taurina. Pepe Pirfo debuta en Huelva en una corrida nocturna verificada en 1939 en la que alternó con Joroco, Moreno Cepeda, Campito, Fariña y Frijones. Viste su primer traje de luces en una novillada de Gerardo Ortega que lidia junto a R. Suárez “Mirlo” y “Melli II”. Pirfo durante su trayectoria llega a torear en Huelva en 17 ocasiones alternando, entre otros, con Chicuelo Chico, Diego Gómez “Laíne”, Manolo Roig “Niño de la Isla” donde cosecha éxitos locales y hasta trece salidas a hombros. Sin embargo, fueron muchos los sinsabores y sacrificios de este joven novillero que destacaba por entonces por un variadísimo repertorio en los tres primeros tercios, evidenciando gracia y facilidad para clavar banderillas. Ello le granjeó amigos y admiradores, que al terminar la categoría apuntada, allá por 1950 es contratado para sus cuadrillas por nombres como los de Paco Núñez, Pepe Gallardo, Bartolomé Jiménez, José María Clavel (con el que estuvo medio año) Diego Puerta (a cuya cuadrilla perteneció trece temporadas), Antonio Borrero “Chamaco” (nueve años a sus órdenes) para terminar sus dos últimas temporadas con Rafael de Paula. Este último profesaba sincera admiración hacia Pirfo. Tanto es así que tenía una especial deferencia con su banderillero a quien mandaba a un chófer a recogerlo a su casa para las distintas citas profesionales.

Su enorme trascendencia bien se explica a tenor del tiempo dedicado en la profesión de torero durante tres décadas, así como la lealtad y compromiso que demostró para con sus ilustres jefes de filas, especialmente los tres últimos. Nada le fue regalado a Pepe Pirfo, quien de origen humilde, y tras el desencanto como novillero, encuentra en las banderillas y en el capote de brega el reconocimiento profesional y personal del estamento taurino y periodístico del momento. Entre sus logros y parabienes destacaron los premios obtenidos al mejor peón y par de banderillas en las plazas de Bilbao, Logroño (en 1973-74), Salamanca, en San Isidro, la Casa Maite, la Casa Córdoba, el premio Machaquito de Madrid (1972) con un toro del duque de Pinohermoso, galardón que recibiera del Conde Colombín, y un interminable etcétera entre las que se destacan innumerables ovaciones y destoques a su buen hacer con los palitroques y el capote. En la vida profesional de Pirfo hay una fecha destacadísima y muy emotiva: el 14 de octubre de 1956. Aquella tarde se doctora en Barcelona su maestro Antonio Borrero “Chamaco”, pero es el caso que también José Leandro “Pirfo” recibe en la citada corrida su alternativa de banderillero, cosa insólita en la época y nada menos que de manos de Rafael Saco “Cantimplas”, excelente banderillero. Pero sin duda alguna, el mérito de Pirfo, más allá de los reconocimientos profesionales, está en la profunda y sincera estima que sus matadores profesan hacia Pirfo.

Uno de ellos, Chamaco, de quien fue su peón de confianza y con el que viajó a América en cuatro ocasiones, toreando en Colombia, Ecuador, Perú y México. Estuvo en sus filas nueve años. Desde que empezó en 1953 hasta su primera retirada en 1961. En este sentido, la vida de Pepe Pirfo está inexorablemente unida a la de Chamaco y Barcelona en lo que conforman una tríada de ensueño. Tanto es así que, a día de hoy, y será por mucho tiempo, es el torero que más veces ha actuado en la ciudad condal: un total de 267 actuaciones. Durante estos años con Chamaco, Pepe Pirfo fue la sombra del matador onubense e incluso cuando Manuel Aguirre, mozo de espadas de Chamaco, no podía acompañarlo a la misa matinal, era Pepe Pirfo el que lo acompañaba, como así lo describe la publicación titulada “Chamaco y su tragedia”, escrita por el reconocido periodista y caricaturista Manuel del Arco.

El reconocimiento social y personal hacia Pepe Pirfo no encontró fronteras en los escritos y crónicas de la época. Llegó a recibir misivas del “Dansk Toro Club” en el que lamentaban no poder ver a Pirfo en Valencia debido a una lesión. Asimismo, Manuel Rodríguez “Manolete” y Antonio Santainés, ilustres rúbricas de mediados del siglo XX en España, firman interesantes artículos sobre el banderillero en boga en esta España de posguerra. En uno de sus artículos, Manuel Rodríguez se deshace en elogios hacia quien define como “El señorito”, por su porte y elegancia en el vestuario, y de quien dice ser “alguien que destaca mucho más en la vida por la calidad enorme y humana de sus prendas morales con un corazón que desborda su pecho de generosidad, así como un hombre cordial, sencillo, de carácter extrovertido y lealtad a prueba, banderillero excelente y puntillero de nota”. Esto último fue un reconocimiento que incluso los entendidos del arte de Cúchares de hoy día aún siguen destacando. Es el caso del cronista francés Marc Lavie. Por otro lado, Antonio Santainés firma una entrevista a Pirfo en la que el onubense regala de forma muy generosa numerosas anécdotas y curiosidades sobre su trayectoria y la de sus maestros. Santainés le definiría como “un hombre parco, sin concesiones. Correcto y educado. Con una charla sin estridencias”. A todas estas consideraciones se suma la escritora y fotógrafa norteamericana Muriel Feiner, quien en el prólogo de la obra “José Leandro, Pepe Pirfo: Toda una vida al quite de unos recuerdos que guardas en tus adentros” habla de Pirfo de la siguiente forma: “Yo conocí a Pirfo, recién llegada a España, cuando él iba en la cuadrilla del maestro Diego Puerta. Confieso que no me atreví a hablar mucho con él por mi timidez, pero sí me impresionó su porte, su clase y su torería”. De estas palabras, expresadas por reputados y reconocidos aficionados y profesionales taurinos se extrae principalmente la idea que ya esbozaba el ilustre torero Paco Honrubia, “toreros eran solo aquellos que lo parecían, los que se distinguían de los demás, los singulares, los que sentían y transmitían como tal, no importaba si estaban en esta línea o en aquella otra, si se parecía más a Manolete (…) o si estaban en la escuela de Lorenzo Garza”. Otro de los ilustres escritores que suma consideraciones a Pirfo es José Luis Cantos Torres, quien prologa de esta forma la obra homónima de Pepe Pirfo: “Huelva le vio nacer y Barcelona lo vio crecer como torero. En la puerta de cuadrillas de los templos barceloneses, fue donde más veces se vio brillar los alamares del banderillero onubense, más que ningún otro enclave taurino… Un hombre que nació para ser torero y un torero que vivió para ser hombre”.

La vida de Pirfo fue sin duda aquella a la que los simples mortales apenas se atreven a soñar. Déjenme, por favor, que les recomiende humildemente dos biografías, que servidor escribió como homenaje a su abuelo en las que se recogen las entrevistas arriba mencionadas, así como un esportón de recuerdos retratados a través del objetivo de ilustres fotógrafos e ilustradores del momento como Cano, Cuevas, Mateo, Sebastián, Chapresto, Alcalde Molinero, etc y que suponen un entretenido paseo por el panorama cultural, social y taurino de la España de mediados del siglo XX. En ellas podemos ver a un Pepe Pirfo en unos San Fermines en Pamplona con Chamaco, una felicitación de navidad de Antonio Ordoñez, una mesa de ilustres con Bobby Deglané y Matías Prats. Sendos libros están publicados por la editorial Circulo Rojo (2018-2019) “Pepe Pirfo: De la Tierra de las Salinas, del Mar y los Esteros, Banderillero de Verde y Plata del Mundillo de los Toreros” y “José Leandro, Pepe Pirfo: Toda una Vida al Quite de unos Recuerdos que Guardas en tus Adentros”, ambos escritos por Mario Leandro Roldán.

Finalmente, el mejor homenaje se lo otorgó su ciudad natal, Huelva, que tuvo a bien rotularle una calle con su nombre en el año 2006. De igual modo, los empresarios de la plaza de toros de la Merced rindieron su particular homenaje a quien fuera asesor taurino de la plaza de toros de Huelva con la colocación de un azulejo que rezaba así: “La Plaza de Toros de Huelva a José Leandro “Pirfo”, Maestro del Toreo, maestro de la vida y asesor taurino para siempre de esta Plaza”. Estos hecho suponen poner un broche de oro a toda una brillante trayectoria bañada en plata para quien fuera uno de los mejores banderilleros de la historia de la tauromaquia en España.

* Artículo escrito por Mario Leandro Roldán, nieto de Pepe Pirfo

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Redacción APLAUSOS

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