La cogida a Emilio de Justo, épica de la mejor ley, engrandece el toreo y al propio torero. Ya se sabe que hay cornadas que hunden y cornadas que dan, la del extremeño por ser donde fue y cómo fue, y ante el universo toro -¡qué bien que estuviese la tele, qué mal que las otras teles y mucho menos la de todos, apenas hayan pestañeado!- tiene que ser de las que dan categoría y hacen crecer, seguro. No hay mayor gloria que la que se conquista con la sangre, de la misma forma que no hay mayor favor al toreo que demostrar que su cruda verdad no solo se cuenta o se escribe, sino sucede. Reconfortante la ola de mensajes de los compañeros volcados en el ánimo a Emilio a la que nos sumamos desde Aplausos. Competencia en la batalla, compañerismo y estilo en la convivencia.
El percance ha abierto un nuevo panorama en la temporada dejando un campo de contratación libre y amplio que a buen seguro agitará los despachos y teléfonos a la caza de unas vacantes de lujo sin menoscabo de las buenas praxis ni de la relación de buen compañero, faltaría más, es profesionalismo en el mejor de los sentidos. Ya se han confirmado las primeras sustituciones: Daniel Luque ocupará el lugar de Emilio en el mano a mano con El Juli el domingo en Arles y Paco Ureña, que se había quedado fuera de la Feria de Abril, donde tantos éxitos había alcanzado, ocupará su lugar en la corrida del 5 de mayo alternando con Diego Urdiales y Cayetano, lo que se debe entender como justicia reparadora.
Ahora queda un manojo de puestos libres hasta la gran cita de San Isidro donde, como en el caso de Sevilla con Ureña, debe entrar en juego otro gran ausente, Miguel Ángel Perera. Extrañó su ausencia en los carteles iniciales, no cabe decir incomprensible porque en los tiras y aflojas de las relaciones comerciales y cruce de intereses legítimos caben esos resultados, pero sí fue, es todavía, un resultado injusto. Perera debe estar en Madrid y ahora es la ocasión de resolver/ajustar la anormalidad. Hay razones de sobra y de mucho peso. Me cuentan, y lo doy por bueno, que con sus seis puertas grandes de Madrid, dos de ellas seguidas y una última, aquella que dio lugar a la famosa portada de Aplausos ondeando la bandera de España, es el torero en activo que más veces ha cruzado en hombros el umbral de la puerta de Alcalá; y si no se quiere entrar en las estadísticas, en este caso más que estadística cuadro de honor, habrá que recordar que como en el caso de Emilio, en esa particular locura de encerrarse con seis toros en Madrid que de tanto en tanto ataca a los toreros, también él pagó con un cornalón otra actuación reconocida como heroica cuando mayor era su cartel. Ahora el destino ha dado la oportunidad de restañar las heridas de unas negociaciones que no siempre entienden de justicia torera.