U n día llegamos a imaginar lo inimaginable. Que lo privado, para serlo, habría de ser público. Nos convencieron de ello hacia una necesidad casi obsesiva de participar en lo que hacemos. Incluso hemos llegado a contar aquello que aún no hicimos, sino lo que vamos a hacer. No somos felices si no mostramos en las redes nuestra sonrisa, no somos tristes sino mostramos la tristeza en nuestros perfiles. No somos talentosos si no lo expresamos en las redes. Vivir hacia adentro es de otra época. Con el tiempo avanzamos en este vértigo un escaño más: contar lo que pensamos y sentimos antes de ser pensado y de haberlo sentido. Trato, al usar estos medios de comunicarme, no de evitar pasiones (yo soy una pasión entera), sino de no adelantarlas, de tal manera que poco de lo que pienso en privado lo hago público y rara vez hago público un sentimiento. Cuando se trata de una causa, es otra cosa. Las causas, si son de uno, lo son en público y en privado. Eso me sucede con la Tauromaquia.
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