Podría arrancar esta columna hablando del programa de tv “21 días” que tantas ronchas levantó la semana pasada, en el mismo la presentadora ¡qué osadía! comparte los días del título, veintiuno, con la vida de unos toreros, disfruta de su hospitalidad, de su tiempo, de sus reflexiones, se atreve a torear, veintiún días no son muchos o son una eternidad pero le bastaron y le sobraron para descubrir los valores del toreo y todo seguido reclamar una evolución del mismo a modo de corolario del programa y clamar en favor de las mismas consignas que los anti en aquello de abolir la suerte suprema. Que no haya muerte, dicen. Suena bien si se extrapola del mundo del toro, si se obvia la esencia del toreo, ese es el engaño, en realidad no pasa de ser retórica hueca en la que vistos los resultados picaron incluso algunos aficionados. En este caso huele a traición, quizás haya que decir a exceso de confianza de los toreros, seguro que a frivolidad por parte de la reportera. Veintiún días le bastaron a la joven para tan radical sentencia e incluso para aprender a torear, pues no es tan difícil debió pensar. Es evidente que las ventanas abiertas no siempre traen aire fresco y sano.
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