Galicia es ya Pontevedra. Los tiempos de La Coruña se hicieron lejanos y parece que ya es improbable hasta el llanto por la feria de María Pita. No han prohibido los toros en Galicia. Los hemos prohibido nosotros a fuerza de ver a esa tierra lejana y cansina a fuerza de seguir en nuestro día a día. Que, en parte, consiste en la aceptación de una especie de determinismo fatal que no es otro que ir admitiendo que cada año se achica nuestro espacio de toros. Que cada año tenemos menos plazas, menos ciudades.
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