BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Ponce en su adiós: una leyenda de sueños, dolor y gloria

José Luis Benlloch
domingo 14 de enero de 2024
“Siempre pensé despedirme en Valencia, es mi casa, mis padres, mi abuelo, mi gente, también mis grandes cornadas. Valencia es todo”, confiesa el torero en una entrevista con José Luis Benlloch.

-¿Los motivos para volver a torear?, me preguntas… han sido un cúmulo de circunstancias, pero sobre todo los deseos que me transmitían los aficionados y amigos de que lo hiciese. En un principio no lo tenía pensado, pero…

-Se te alborotaron las mariposas del estómago.

-Gente que me quiere y me conoce me decía que sería bonito que hiciese una despedida, incluso los había que me decían que torease sin más, sin anunciar la despedida, aunque esa posibilidad nunca la contemplé. Siempre pensé que si volvía a torear era para despedirme, para irme para siempre.

-En el toreo las reapariciones con frecuencia son para recuperar algo que quedó pendiente.

-No es mi caso. Después de tantos años no creo que tenga nada pendiente más allá de decirle adiós a los públicos a los que tanto debo.

Ni a mi madre ni a Ana, les ha hecho gracia que vuelva a torear

-Hubo muchas reapariciones por dinero.

-Afortunadamente tampoco es el caso, si fuese por eso haría una temporada larga y acudiría a todas las plazas que me quieren contratar y que con todo mi pesar tengo que decirles que no.

-¿Qué han dicho en casa cuando dijiste que volvías a torear?

-No les ha hecho mucha gracia, sobre todo a mi madre. Tampoco a Ana. Es normal. Me apoyan, pero no les ha gustado nada. No podemos obviar que todo esto es muy bonito, que hay ilusión, que jugamos con las emociones más personales, pero luego sale el toro y te juegas la vida. Yo sé que lo van a pasar mal, pero cuento con su apoyo.

-¿Y las niñas?

-Ellas son distintas. Son muy aficionadas y que su padre toree les hace ilusión. Ven la parte bonita exclusivamente.

-¿Aficionadas?

-Afortunadamente.

He estado muy desconectado de todo y feliz. He disfrutado de mi gente, de la vida, de las cosas que me gusta hacer menos torear

No es una entrevista, esta es una charla que me permito transcribir entre viejos amigos que comenzaron a tratarse allá por 1980 cuando un niño prodigio, al que su abuelo llamaba Quique, se me presentó en el concurso de Monte Picayo diciéndome que quería ser torero. Me engañó, en realidad ya lo era. Ahora, cuarenta y tres años después, está a punto de cerrar una hermosa historia de ilusiones, dolor y gloria. Las de aquel niño y su abuelo que siempre estuvo presente en su carrera y las de una tierra que tuvo que esperar cien años para poder ostentar el cetro del toreo que tanto ansiaba desde que Manuel Granero cayese en Madrid; el dolor de las cornadas, que pese a su sapiencia le llevaron a bordear en varias ocasiones la linde de la muerte; y la gloria de un lidiador que en lugar de luchar con los toros los convencía.

-En este tiempo de no torear mi vida ha sido muy tranquila. He estado muy desconectado de todo y feliz. He disfrutado de mi gente, de la vida, de las cosas que me gusta hacer y en activo no puedes hacer, de todas menos de torear, que ha sido de lo que más me ha gustado siempre.

-No lo acabo de creer, lo de no torear.

-Muy poco, alguna becerrita en casa y un par de tentaderos en Zalduendo y en casa de Samuel. Poco.

-Durante ese tiempo has sido pieza codiciada de los medios. ¿Has tenido que dar muchos quiebros para lidiar esa presión?

-No muchos. Si acaso con lo que llaman prensa rosa. Entiendo que es su trabajo, pero deben entender que a mí no me gusta, que prefiero estar al margen, que hay momentos para el silencio. La prensa taurina sí ha respetado mi silencio. A partir de ahora tendré que atender a todos, sobre todo a los taurinos.

Ponce, portada hoy en Las Provincias

Ponce, portada hoy en el periódico Las Provincias.

Tras su retirada en León, que no fue retirada, simplemente dejó de torear, juega al golf, torea, camina, esquiva los compromisos mediáticos, piensa, cabría decir mejor, le da vueltas y más vueltas a lo que quiere que sea su temporada de despedida, quince, veinte corridas no más, de Nimes a Valencia, de mayo a octubre, de la Pascua de Pentecostés al día de la patria valenciana. “Quince, veinte tardes, ni una más”, insiste, que elige con calculado mimo con la intención de que se conviertan en acontecimientos, eso sí, aviso a los malpensados, sin renunciar a las grandes plazas, ni siquiera a las de más compromiso como el propio Nimes, Valencia, Bilbao e incluso muchos pensamos, aunque no lo confirma, en Madrid, que de momento, me consta, está sobre la mesa. Ante la insistencia, asegura que lo está pensando y cuando Ponce piensa el toreo atiende. Junto a él, otro Juan Ruiz, el hijo de su apoderado de siempre, con el que creció en fraternal compañía cuando se trasladó de Valencia a Las Navas en busca de un sueño, entonces poco menos que quimérico, torear y ser figura como los grandes maestros cuando apenas tenía diez años y las normas de nuestra tierra no se lo permitían. “Ya sabes, en aquellos tiempos compartíamos habitación Juanito y yo”, señala el maestro. Cuarenta años después, los dos, Enrique y Juan, mantienen una relación que va más allá de lo profesional.

-Sobre el esquema de la nueva temporada insiste en matizar.

-No puedo ir a todas las ferias, sería una temporada y solo quiero hacer un recorrido por unas cuantas plazas de las que han tenido especial significación para mí. Se trata de decir adiós, nada más.

ENJUTO Y ELEGANTE

Enjuto como siempre, me asegura que le vienen los mismos vestidos de torear que cuando se fue en silencio aquel mes de junio de 2021. “Aunque para la despedida me haré alguno especial”. De momento y hasta la hora de la verdad, en esta comparecencia en Valencia, blazer negro, el pañuelo cuidadosamente asomando en el bolsillo superior, corbata en exacta combinación, prohibidas las arrugas, los zapatos perfectamente lustrados, que si uno torea como es, es evidente que uno también se viste como torea. Aclamado paseíllo de entrada a la Beneficencia donde tantas veces acudió a por los galardones que ganaba en el ruedo. Leales, amigos, puristas y viejos inconformistas comparecían rendidos, no son tiempos de guerra, llegaba un torero, el maestro por excelencia, el talento lidiador más preclaro del toreo moderno.

Claro que pasaba miedo y te aseguro que no es algo que se eche de menos. Al revés, te acostumbras fácil a no tenerlo

-Muchos compañeros tuyos en tiempo de descanso aseguran que echaban de menos el miedo. ¿Tú también o es que no pasabas miedo?

-Sí pasaba, sí, y te aseguro que no es algo que se echa de menos. Al revés, te acostumbras fácil a no tenerlo. Lo difícil es mentalizarse otra vez para volver a pasar ese miedo y volver a superarlo. Ahora cuando veo las cabezas de toro colgadas en casa me pregunto cómo habré sido capaz de torearlos, de ponerme delante. Te acostumbras muy pronto a no tener esa sensación, te acomodas. Lo difícil es volver a pensar que te tienes que poner de nuevo delante. Hay que mentalizarse y conectar el chip de torero.

-Durante estos años, cuarenta y tres temporadas, varias de ellas con más de ciento veinte corridas entre España y América, me consta que, en cualquier momento, incluso cuando ya descansabas en la cama, te levantabas y toreabas con lo primero que tenías a mano.

-Lo sigo haciendo. Es un impulso que vive conmigo. Me sirve una toalla, un periódico, cualquier cosa, de pronto me levanto y toreo.

-Estos tres años de paro habrás pensado cómo quieres que sea tu vida de mayor. ¿Alejado de los toros?

-Este tiempo sí he estado bastante alejado. Me llegaban noticias, pero viví muy al margen. He estado muy quitado de en medio y de alguna manera me ha gustado.

-¿Y si te llega un niño chiquitajo como aquel Ponce del Picayo y te dice: me tiene usted que ayudar?

-En ese caso no tendría más remedio.

Quince o veinte tardes, no más, sin renunciar a las grandes plazas, Nimes, Valencia, Bilbao…

-Nos falta pues un nuevo Ponce para no perderte.

-Nunca se sabe, a lo mejor un día sale algo que te vincula y lo aceptas, al fin y al cabo, el toro es mi mundo. Lo que quiero decirte es que no busco nada, que, si algo llega, pues llega.

-¿Has vuelto por Chiva en estos años?

-A ver a los padres, claro. Y el año pasado estuve durante las Fiestas del Torico porque cuando hacía temporada no podía ir. Me hizo mucha ilusión ese reencuentro con los viejos tiempos y con los amigos.   

Las cifras son apabullantes, más de dos mil quinientas corridas, más de cinco mil toros estoqueados, más de cincuenta indultados, todas las plazas del planeta toro rendidas, todo aderezado con su parte de cornadas legitimando su gloria, nada es gratis en el toreo, la de Valencia en las Fallas de 2014 que profundizó peligrosamente por la axila derecha; y otra posterior en la misma plaza; la de León que le llevó a las puertas de la muerte de la que escapó solo Dios sabe cómo. Toda una vida camino del adiós en Valencia… Tenía que ser Valencia, claro.

-Siempre lo tuve en la mente, no podía ser en otro lugar. Valencia significa mi casa, mis padres, mi abuelo, mi gente, también mis grandes cornadas. Valencia es todo.

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