Categorías: Noticias

Ponce sienta cátedra en Albacete

Ponce le planteó al morlaco un auténtico concierto de toreo de gran belleza, calidad y clase, con el único instrumento de una muleta de terciopelo que mantuvo el toro en pie toreándolo a media altura, pero con un temple y una suavidad que rozaban la ternura

Salió el cuarto toro de la tarde justito de bravura y escaso de raza, pero con su punto de nobleza. Ya en el primer tercio sufrió un traspiés que hizo dudar sobre sus fuerzas y dejó bajo mínimos las esperanzas de que su matador pudiera realizar una faena de lucimiento. Pero quienes así pensaron no habían contado con el magisterio de Enrique Ponce. Con un picotazo y tres laboriosos pares de banderillas, pasó el de Las Ramblas a la muleta del mago de Chiva. Y se hizo el milagro, porque Ponce le planteó al morlaco un auténtico concierto de toreo de gran belleza, calidad y clase, con el único instrumento de una muleta de terciopelo que mantuvo el toro en pie toreándolo a media altura, pero con un temple y una suavidad que rozaban la ternura. Todo aquello con suprema armonía y privilegiado ritmo. Llegó un momento en que la emoción de la belleza artística, en su máxima expresión, se adueñó de los tendidos que a los gritos de “torero, torero, torero” seguían la lección magistral del torero valenciano en pie.

El toro, subyugado por el matador, comenzó a bajar la cara siguiendo la muleta como hipnotizado, de tal modo que acabó creyéndose que era bravo, encastado y noble. Tan magistral era el quehacer del torero y tan sentida la faena, que aquello desembocó en la lección de un catedrático genial del toreo. A la sorpresa siguió la emoción y la estocada en la yema de la que rodó el toro sin puntilla. Las dos orejas viajaron “ipso facto” a las manos del artista, de un Enrique Ponce que había convertido el ruedo de la plaza albaceteña en el Aula Magna de la Universidad del Toreo, instalada en el coliseo construido hace cien años por el arquitecto Carrilero.

Nadie tenía dudas a aquellas alturas de que el arte del toreo bajó del cielo. Costaba asimilar tanta belleza. Pero era la manera de celebrar Enrique Ponce su corrida 3.333. Finalizada la efeméride, la avalancha humana abandonaba la plaza con gestos de estupor, tras un Ponce que salía en hombros por la puerta grande que da a las estatuas de Chicuelo II y Dámaso González. Pero, cosa curiosa, el aire no olía a cloroformo ni a heroísmo de tarde de sangre seda y sol. El final de la tarde albaceteña de Ponce, con el último rayo de sol desplomándose tras el edificio más alto del Altozano, más bien olía a romero y albahaca.

Acceda a la versión completa del contenido

Ponce sienta cátedra en Albacete

Paco Mora

Entradas recientes

Pleno de orejas de Gómez del Pilar en Yepes

Yepes (Toledo). Astados de El Madroñal, para rejones, y Salvador Domecq. El rejoneador Sebastián Fernández,…

8 minutos hace

Cristiano Torres, a hombros en la novillada de Peralta

Peralta (Navarra). Novillos de Pedrés, con kilos y trapío, con calidad cuarto y quinto, en…

11 minutos hace

Alejandro Talavante no baja el ritmo y Antonio Puerta lo sigue en Cehegín

El extremeño conquista una nueva puerta grande y el murciano hace pleno de trofeos en…

43 minutos hace

David de Miranda y Marco Pérez, dos orejas en el ecuador de Muro

Muro (Mallorca), domingo 14 de septiembre de 2025. Toros, por este orden, de Álvaro Núñez, Román…

51 minutos hace

Orejas para Parrita y Javier Zulueta en el ecuador en Murcia

Una oreja paseó Parrita del primero de la tarde tras una faena templada y de…

1 hora hace

Diego Ventura, cuatro orejas y una nueva lección magistral en Albacete

El sevillano sale a hombros tras sendas actuaciones extraordinarias; buena corrida de Los Espartales frente…

2 horas hace