A mí no me ha sorprendido. Que Francia logre lo que nosotros no conseguimos es algo que llevamos en el ADN, de la misma forma que llevamos a la Fiesta en en el mismo ADN. Esa es la diferencia. A nosotros nos la pusieron allí. Cuando nosotros llegamos, ya estaba. Estaba cuando Gallito, cuando Manolete, cuando Ordónez, cuando Morante. Está cuando ANOET y cuando la Mesa del Toro. Para ellos, no. No estaba. No era suya. La tuvieron que pelear durante años en un país que las prohíbe a través de su legislación de defensa de los animales. Lo he escrito algo así como unas ¿mil veces? A finales de los años sesenta el Parlamento francés dijo sí a los derechos de los ciudadanos de las villas que tenían tradición de dar toros.
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