La parte de la historia del toreo, la que conozco, está llena de impunidades. Esta es, en esencia y base, una sociedad de actos impunes. Miramos alrededor y resulta que se ha robado a y en este país decenas de miles de millones y no hay un político (gestor, legislador, por tanto, responsable) en la trena. Ningún banquero está preso. Es como la película donde mafia y policía se observan. No en la mesa de enfrente, sino compartiendo ración. Admitimos como democracia un sistema electoral que niega la máxima de la democracia porque un hombre no es igual a un voto. Las redes sociales se han atiborrado de valientes y excepcionales insultadores, usurpadores y difamadores que actúan desde el anonimato impune. La justicia es de una lentitud tan burocrática y sin utensilios que los grandes ladrones jamás son condenados. La justicia en este país, ya no es un cachondeo, es peor.
