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Procedimientos trasnochados

En estos tiempos ya no cabe ni la huelga de hambre ni echarse a los ruedos de espontáneo para iniciar un recorrido tan difícil como el imprescindible para llegar a alcanzar la categoría de matador de toros. El novillero albaceteño Cristian Pérez se ha sentado ante la puerta grande de la plaza de toros de Albacete declarándose en huelga de hambre hasta que se le abra un hueco en la feria de la capital manchega. “Si no lo hacen en mi pueblo, dónde lo van a hacer”, argumenta el joven Cristian. Y bajo su punto de vista tiene razón, pero lo mismo pueden pensar varios novilleros más de la tierra que se han quedado fuera del programa de la feria del centenario, sencillamente porque los carteles no son de goma y es materialmente imposible que den más de sí.

Esta actitud de presión no es nueva. Otros novilleros la practicaron hace muchos años. Los últimos que recuerdo fueron el ecuatoriano Miguel Cárdenas en Barcelona y El Melenas en Valencia. Tales recursos pertenecen a la época romántica del toreo y afortunadamente están en desuso, aparte de que, aunque las empresas cedieran a la coacción sentimental que significan, suelen servir para muy poco. La del toreo es una profesión en la que es lícito soñar con alcanzar el éxito. Pero eso tiene un trámite que es el de placearse antes de pisar ruedos con la seriedad del albaceteño.

Todo lo referido no quiere decir que Cristian Pérez no merezca esa oportunidad que busca. Lo vi en una novillada de la feria del pasado año y estuvo hecho un jabato, valiente como un león y con una voluntad de hierro, pese a que estaba tan verde que fue milagroso que saliera por su pie del empeño. Pensé entonces que, si le daban cancha, aquel muchacho podía cuajar en un torero interesante, pero apenas lo he visto anunciado en el tiempo transcurrido desde entonces. Lo cual significa un gran obstáculo, que hace realmente difícil alcanzar el grado de profesionalidad suficiente para poder figurar en carteles de cierto fuste. Y la plaza de Albacete no es un taller de aprendizaje y su seriedad no permite ciertas frivolidades que pueden resultar peligrosas.

En estos tiempos ya no cabe ni la huelga de hambre ni echarse a los ruedos de espontáneo para iniciar un recorrido tan difícil como el imprescindible para llegar a alcanzar la categoría de matador de toros. Dicho todo con el mayor respeto, a quien guarda en su pecho la ilusión de conseguir gloria y fortuna vestido de luces.

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Paco Mora

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