La que han armado los de Lagartijo y Frascuelo con el desplome de la cubierta de Las Ventas! Basta darse un garbeo por los portales taurinos para comprobar la saña de los inmovilistas ante cualquier atisbo de modernidad. Arremeten contra los arquitectos que han diseñado el artilugio, contra el pobre Abella que no le ha construido nunca ni una triste caseta a su perro, contra la empresa Taurodelta (a la cual hay que echar poco menos que a patadas) y contra todo lo que se menea alrededor de la plaza de toros de Madrid. Y enseguida ha llegado el “¡ya lo decía yo!” y las soflamas contra todo intento de cubrir cualquier inmueble destinado a la celebración del espectáculo taurino. Tan es así, que es de temer que, tanto la propiedad de los mismos como los arrendatarios, se van a tentar la ropa antes de emprender otro intento de acomodarlos a los tiempos que vivimos. La algarabía ha restallado como el “¡muera la inteligencia!” de Millán Astray.
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