Villena -Alicante- ha sido el más reciente escenario de la furia antitaurina, que ha reaparecido con una virulencia digna de mejor causa. Como si la crisis económica, el egoísmo de los líderes del escalafón, la avaricia de las instituciones que detentan la propiedad de las plazas de toros y ese bien escaso que es la casta del toro de lidia, no fueran suficientes palos en las ruedas para que el carro del toreo ruede con dificultad. La “bestia” ha mostrado el peor y más amenazador de sus rostros, demostrando que, aunque no se manifieste a diario, permanece a la espera en estado latente.
