Cinco güevos batidos a mano. De corral, a ser posible. A temperatura ambiente. Patatas gallegas fritas a fuego lento. Sal en ambas, al gusto. Pónganse en contacto papas y huevo, que se casen bien. Y a la sartén, saliendo, ea, una tortilla de patatas. Una miaja leche le ayuda a quedar jugosa por dentro. Si no es así, ni es tortilla ni es nada. Una de esas me las comía yo por la Casa de Campo (Madrid, España) en tiempos de Universidad, algunos sábados por la mañana, recién salido de la Venta del Batán. Donde sesteaban los toros de Las Ventas de forma pacífica, soportando con indiferencia noble las moscas. Parientes de las moscas que nos venían a joder la tortilla.