Repasas la trayectoria de Saúl Jiménez Fortes, que se doctoró, ahí es nada, en las Corrida Generales de Bilbao, allá por la temporada de 2011, y valoras las dificultades que ha tenido que superar a lo largo de su carrera, ora por unas complicaciones de salud, ora porque en el toreo las oportunidades suelen ser caras, y después de ver la firme y hasta conmovedora actuación que tuvo en Las Ventas frente al deslucido encierro de Arauz de Robles, y si eres aficionado de corazón no tienes más remedio que pedir a gritos, como en la película de Spielberg, que hay que salvar, protegiendo su toreo, no al soldado Ryan, sino al espada malagueño.
Se sabe que en el mundo del toro, por su dinámica, por lo mucho que cuesta superar las dificultades que plantea el toro bravo, y porque toda la carrera se suele sustanciar en edad muy temprana, son muchas las vocaciones que se quedan sólo en el intento, que aun teniendo condiciones se ven lastrados por los imponderables y cesan en sus pretensiones. Otros, como entiendo que es el caso de este Fortes, que el pasado martes 20 de mayo elevó el arte de la lidia al podium de lo excepcional, no se rinden. Persisten, tienen fe, confían en su buena baraka, y, al final… ¡premio!
Con todo, y debido a la deriva que ha tomado este negocio en el que los empresarios, en la mayoría de los casos son apoderados, las grandes ferias están prácticamente cerradas. Pero también es cierto que cuando explota un valor con fuerza, como es el caso, el empresariado acaba cediendo. No hacerlo sería pecado, sino de lesa humanidad sí de estropicio para el devenir de la fiesta de los toros. Sabemos de primera mano que el teléfono de su apoderado ya ha sonado, ¿con la fuerza que desearían los aficionados? Todavía es pronto para pronunciarse. Lo ideal sería que más pronto que tarde comenzáramos a ver a un torero tan puro de concepto y de valor tan sereno acartelado junto a las figuras del momento. La afición pide a gritos nuevos estímulos.
