Opinión

Revive la leyenda del mayo sangriento

Ansiado mayo torero, todos como locos por que volviesen a lucir las lentejuelas y ya ven, se ha encabritado y ha acabado ofreciendo las versiones más extremas del toreo: sangre y gloria, emociones fuertes, por la vía del arte, del poderío lidiador, de la bravura, también los toros bravos emocionan y mucho, de la casta orgullosa y noble y en ocasiones también de la casta traicionera, un toro avieso tensiona como nadie, así que prohibidos los descuidos, aquí se muere de verdad, en este caso, afortunadamente, gracias a dios y a los doctores, hay que decir que casi se muere de verdad; una posibilidad, la de la muerte, que se ha repetido estos días con angustiosa insistencia, cuestión en la que a priori no se piensa porque si se pensara no iríamos a la plaza, nadie va a ver la muerte, pero si no existiese esa posibilidad, mucho me temo, tampoco iríamos y desde luego la tauromaquia perdería su esencia y su verdad. En burlar, danzar, jugar… con la muerte está el fundamento del toreo. Duro pero real, definitorio.

En burlar, danzar, jugar… con la muerte está el fundamento del toreo. Duro pero real, definitorio.

Todo ello, la gloria y el dolor, el entusiasmo y también el estupor de los aficionados acongojados, ha sucedido estos días en el moderno palacio multiusos de Vistalegre, aunque a mi me gusta más llamarle plaza de toros, la vieja plaza arrabalera que salió al quite de la madrileña monumental de Las Ventas que sigue placada víctima de la pandemia y no se sabe bien de qué otros intereses.

El drama tiene nombres propios: el novillero Manuel Perera, al que un utrero de los considerados a modo, le sacó literalmente las tripas; el banderillero Juan José Domínguez, al que un toro de las figuras, para que luego digamos, en quince terroríficos segundos le partió el pecho en cuatro tajos de los que todavía no se sabe cómo ninguno le partió el corazón; y finalmente el matador Pablo Aguado, que tras su canto angelical a la verónica, vio en la suerte suprema cómo el toro hacía realidad la socorrida frase de con los muslos partíos y quedase claro que no hay gloria gratis. No se acaba con ellos el mal fario, la fatídica racha tuvo su antecedente inmediato en Emilio de Justo, al que escasos días antes, en Leganés, un toro le crujió la espalda y le dejó postrado en la cama sin poder comparecer en Carabanchel. La lista deja bien a las claras que el toro reparte gloria e infortunio sin distinción de clase ni condición. Ni el novillero ilusionado a la conquista del futuro, ni el banderillero profesional y padre de familia, ni el matador artista, ni el matador poderoso y lidiador, nadie, escapó a la maldición de mayo.

SIN EXPLICACIÓN

Parece evidente que un año más, llegados a estas alturas de la temporada se reaviva la leyenda negra del mayo torero. Los fantasmas del dolor planean sobre las plazas e invitan a buscar culpables. Que si los astros, que si la primavera y sus pastos nuevos que alteran y agrian el carácter de los toros, que si la necesidad de los diestros de encauzar la temporada que esos día anda naciendo e invita al riesgo… Nada definitivo, pero tampoco nada logra acabar con la superchería. En Valencia especialmente se sabe de los malos agüeros que traía mayo, así, traía, dejémoslo en pasado. Los dos hermanos Fabrilo, Granero y más tarde el gran Montoliu, perdieron la vida en el mayo florido, pero la lista negra se extendía a Pepe-Hillo, El Espartero, Joselito, Curro Puya, herido ese mismo mes en la capital y fallecido pocas semanas después, a Pascual Márquez, a El Campeño… Todo ello sin entrar en la listas de heridos que como ha sucedido en esta ocasión han encontrado el contrapunto y el alivio de un gran equipo médico que ha aplicado sapiencia y dedicación para hacerle frente a ese sino maldito.

Los dos hermanos Fabrilo, Granero y más tarde el gran Montoliu, perdieron la vida en el mayo florido, pero la lista negra se extendía a Pepe-Hillo, El Espartero, Joselito, Curro Puya, herido ese mismo mes en la capital y fallecido pocas semanas después, a Pascual Márquez, a El Campeño…

Apenas cuarenta y ocho horas después del último percance los heridos estaban en planta, los terroríficos partes médicos comenzaban a ser pieza de archivo y los toreros preguntaban cuándo podrían volver a los ruedos. El toreo sigue.

*Publicado por José Luis Benlloch en Las Provincias el 23-5-2021.

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José Luis Benlloch

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