La Feria de Julio de Valencia se remató con conclusiones evidentes. Sin demasiadas sorpresas pero muy claras. Ningún torero se escondió. Faltaría más, dirán, pero esa primera obligación se cumplió fielmente, que no siempre sucede. Y en ese buen ambiente Roca Rey se fue por encima de todos con tres orejas, eso sin toros claros que le ayudasen. Lo suyo ha sido una especie de investidura por aclamación, sin necesidad de pactos ni siquiera de contar adictos. Una explosión, que encadenada a las Fallas, son mascletá de las que ya no se llevaban: dos tardes en esta plaza, seis orejas, dos impactos y una popularidad expansiva, además de un manojo de analistas, suele pasar, intentando averiguarle ya los puntos débiles por donde mostrar su sapiencia de buenos (¿) aficionados. Esa es la mejor señal, que aparezcan los analistas. Ni los más viejos del lugar recordaban un aterrizaje así. ¿Quizás El Juli?…
Más que de aterrizaje habría que hablar de despegue y en ese paralelismo, a poco que la suerte le acompañe, este Roca es un jet de despegue vertical a doc para esta dura/difícil travesía a la que oportunistas, multinacionales, políticos de cota, guiris y melifluos varios, han avocado a la Tauromaquia en general. Si mantiene ese ritmo y teniendo en cuenta que la esencia del toreo son las emociones, se allanarán muchos problemas, se abrirán puertas, ganaremos vida y se sumarán a la causa y a los callejones los melifluos y los oportunistas. Como lo de Roca no se limita a Valencia, ahí están los últimos impactos de Pamplona, Mont de Marsan, Alicante, Madrid… como ni los compañeros de promoción ni los maestros consagrados le van a dejar solo en la escapada o eso intentarán, hay que convenir que el milagro está más cerca de la realidad que de la superchería.
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