Roca Rey ha reaparecido en la plaza de Acho de Lima después de dos largos meses en el dique seco. Había interés por comprobar si el peruano les daba la razón a los que dicen que a los toreros se les va el valor por la sangre de las heridas, o los desmentía. Pero la duda duró apenas los minutos que van del paseíllo a la irrupción en el ruedo de su primer toro. El crío, como el viejo profesor que después de varios lustros de ausencia de la cátedra comenzó su clase magistral con un “decíamos ayer”, armó la tremolina con su valor sereno y una intuición que parece brujería, tal que si no hubiera dejado de vestir el chispeante ni un solo día.
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