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Hoy, la hora de Román

Un mundo de sueños, una locura sobre otra locura, no lo quieran entender, una juventud a la intemperie, una vida entera viviendo al borde del precipicio. Es lo que trae ser torero. Gloria o barro, incomprensión o amor incondicional. Y hay un día en que se decide todo. O casi. Román lo tiene marcado en rojo incandescente: 10 de marzo de 2024, Valencia, su Valencia. Si hay que buscarle un título, lo tengo claro “Torero, la hora”. Ese día, Román se enfrenta a seis toros como único espada. En el toreo las gestas hay que revestirlas de solemnidad y para esa ensoñación a Román le espera un azul cielo bordado en azabache tal como Genaro Palau inmortalizase a Manuel Granero en los tiempos de su mayor gloria. Una joya que ya pide una vitrina. Lo están confeccionando, por encargo del propio matador, las manos maestras del taller de Antonio López, el sastre de los toreros por excelencia. Seda, raso, más de dos kilos de perdigones de azabache que sustituyen las tradicionales lentejuelas y siete mil puntadas de preciso mimo componen el terno que el propio sastre califica de muy especial, galas ad hoc para lucirlas en su tarde tan especial.

-Te vas a jugar la vida seis veces en poco más de dos horas.

-No pienso en el riesgo. Será lo que tenga que ser. Sé que un toro me puede matar ese día u otro, pero ni lo pienso ni mucho menos lo deseo, simplemente disfruto de estar aquí. Ser torero y tardes así son mi elección desde siempre.

Román, con un victorino en Valencia en 2022. El próximo 10 de marzo estoqueará un toro de la A coronada.

Es el gran momento de su madurez torera, el envite total. El diestro valenciano celebra su décimo aniversario como matador de toros con un reto hasta ahora inédito. Nadie en la historia del toreo asumió la lidia de seis toros como único espada a estas alturas del año en una plaza de primera categoría. El desafío llega justo cuando la temporada amanece y ni los músculos ni mucho menos los miedos acaban de desentumecerse tras la inactividad invernal. Por todo ello el reto tiene más de albur que nunca. Seis toros son seis misterios que desentrañar, seis sangres, el producto de seis modelos genéticos diferentes, la viveza del victorino, el carácter del fuenteymbro, el tremendo tonelaje del pedraza, la esperada, hace falta, clase del parralejo y los domecq… y enfrente la ambiciosa decisión del joven Román al que no se le reconoce un especial bagaje técnico, valor, sí, decisión, toda, pero técnica lidiadora para tales menesteres… eso no sé. ¿Quién te manda, Román, con dos no eran suficiente?

-Quería hacer algo grande. Necesitaba hacer algo especial para corresponder al cariño de los aficionados. Allá donde he ido durante estos diez años de matador he encontrado gente de mi Valencia respaldándome y eso no tiene precio, he sentido que debía corresponder y qué mejor que en las Fallas de mi aniversario. Va todo por ellos. Te lo prometo.

“Tras las cornadas tiene mucho mérito volver al toro. Tú quieres hacerlo, pero tu cabeza te frena. Hay que domar al cuerpo y convencerle”

Desde fuera el reto se ve como un parteaguas, hasta aquí el Román juvenil, el torero joven del bien caer; y desde ya el Román cuajado que ya se ha consolidado. Eso o lo contrario, ese es el doble filo del reto. Crecer o menguar. Se busca el empujón definitivo hacia el grupo de cabeza. No hay que dejarle solo.

-Reconozco que me falta ese empujón que dices, que llegará el 10 de marzo o no llegará, pero no lo he hecho con esa idea. Y no me quiero comer el coco. Soy consciente de que muchas veces cuanto más quieres que sea, menos es, pero siento que tengo la madurez suficiente para afrontar un reto así y ganarlo, aunque soy consciente de lo que me juego.

-¿Qué te preocupa?

-Todo. Me entran miedos y me entran dudas, claro, pero cuando llegan trato de volver al momento. En lugar de preocuparme de lo que sucederá ese día, me centro en lo bonito que está siendo el camino. No me voy a anticipar a lo que pueda pasar, a si lloverá o a si hará viento o si los toros no embestirán. Trato de ser positivo, de que la entrega y la puesta a punto sea total. Quiero llegar a esa tarde en paz, sabiendo que lo he puesto todo de mi parte. Llevo desde noviembre centrado en ese reto. Lo estoy disfrutando al máximo y soy consciente de todo.

-¿Duermes?

-Reconozco que sí.

-Buen síntoma.

-Eso creo, eso me dicen.

Foto: Arjona

-¿Qué es lo que más miedo te da?

-La incertidumbre. Nunca toreé seis toros en una tarde y no sé cómo voy a reaccionar. He hablado con compañeros que han afrontado situaciones así y me dicen que luego no es para tanto, pero sé que es algo tremendamente exigente. No tengo miedo al fracaso ni a la cornada, solo quiero ser capaz, lo demás es cosa mía. Además, no tengo por qué fracasar, estoy poniendo todo de mi parte.

AIRE SERRANO

Nos hemos citado en Monte San Miguel, la finca del añorado Pepe Moya, en plena sierra de Aracena. El torero comparece puntual, seco, saludable, se le adivina feliz. Los tentaderos son un capítulo más de la puesta a punto. Se cumplió el objetivo, hubo lidia esforzada y gozo personal con las becerras. Tan importante como el torear, esas jornadas camperas meten a los toreros en ambiente, afinan el cuerpo y llenan la mente. Hace un día primaveral, el torero ha ensanchado los pulmones corriendo por la sierra y se ha recreado contemplando a Vivaracho, el número 32 de reluciente pelo zaíno que estaba con sus hermanos de camada en el cercado del pilón. Es uno de los seis elegidos para lidiarse en la gran cita. Todos quieren adivinar que reúne las cualidades para facilitar el triunfo y lo comentan en voz alta para que lo oiga el matador, hay que fomentarle la confianza. Es bajo, tiene cuello, un hermano suyo dio un juego extraordinario, su padre tal y cual… son datos que refuerzan la esperanza. Es perfecto. Claro que si alguien le viese algo negativo todos sabemos que se callaría.

A la vuelta del tentadero recuperamos la charla. Román tiene motivos para saber lo que trae el toreo. Su cuerpo ya pagó un peaje de los más duros, once cornadas nada menos, dos de ellas extremadamente graves: la de Madrid que le partió la femoral y la safena, y otra en Sevilla no menos delicada. Se dice que el valor hay que administrarlo, le espeto.

Y es verdad, responde Román.

-¿Tú tienes el mismo o lo malgastaste?

-Malgastar, no, siempre arriesgué porque el toreo es riesgo o no es. Y no sé si tengo más o menos, pero sí es un valor distinto al inicial. Ahora mismo tengo un valor mucho más consciente que al principio. Cuando comienzas hay mucha inconsciencia y aunque es cierto que el valor lo da el oficio sí creo que hay algo de innato. Yo lo marqué desde niño. La primera vez que toreamos una becerrita en la escuela había compañeros que les daban una muleta y salían corriendo, yo me quedaba quieto sin saber. Era capaz, decían, era un valor innato.

-Natural e inconsciente.

-Eso también.

-Luego llegan las cornadas.

-Cuando te hacen daño tiene mucho mérito volver a la cara del toro. Tú quieres hacerlo, pero tu cabeza te frena. Necesitas coger confianza, hay que domar al cuerpo y convencerle de que no necesariamente te van a herir. No es fácil porque a eso se añade que en la mayoría de las veces volvemos a torear antes de estar recuperado y por muy torero que seas no es suficiente. Yo volví a Madrid a la semana de una cornada grave sin estar recuperado y el destrozo mental fue tremendo. De vuelta, al llegar al hotel, estaba muerto. Había toreado a un diez por ciento de mis condiciones y si al cien por cien por cien es difícil, imagina.

“Ser natural juega a mi favor, pero también a mi contra. Algunos piensan que los toreros deben ser serios y nada bromistas, pero yo no soy así, lo siento”

-¿Qué papel juega el dinero en esas situaciones, supongo que estimulará?

-No se piensa. Quieres ganar lo máximo posible pero no se torea por dinero. Muchas veces sabes que deberías cobrar más, pero aun así toreas. Ha habido días que he toreado hasta gratis. Ahora mismo me voy a Colombia y hay una tarde que me costará dinero porque el fin del festejo me parece muy noble, se trata de ayudar a los toreros de allí y no quiero cobrarles.

-¿Hasta ahora todos esos sacrificios y cornadas han tenido recompensa económica?

-No toda la que me gustaría, pero sí. Vivo de mi profesión. La pandemia fue un golpe muy duro, pero estoy saliendo ya. He pagado deudas y estoy volviendo a la situación inicial.

-¿Bohemio?

-No llego a eso, soy disciplinado en mi profesión, pero…

-¿Y gastoso, manirroto?

-A veces sin querer… Sabes, soy una persona generosa y en ocasiones lo soy más de lo que debiera. Y me gusta vivir bien, como creo que me merezco y como creo que puedo.

MANÍAS

A Valencia llegará la víspera del día D. Ese suele ser el único hábito que no varía, llegar con tiempo y meterse en ambiente. El resto depende de cómo haya ido la tarde anterior, comer esto o aquello, nunca mucho, recibir a amigos o quedarse solo, pasear… Si no hay gracia que es como los taurinos denominan al éxito -ha habido gracia o no ha habido gracia-, lo cambia todo, hasta el hotel donde vela los miedos. Román ha estado en el Rey Don Jaime, en el Vincci, en el Astoria, en el Rey don Jaime de nuevo, donde no le fue mal la última vez, así que volverá esta vez.

-No se reconoce manías ni supersticiones, pero…

-Lo único es que me gusta entrar a la plaza con el pie derecho.

-Vale. Eso no es nada.

-Tampoco me gusta poner la montera encima de la cama. Y esas cosas que…

-Eso ya…

-Es lo que me enseñaron así que por si acaso prefiero evitarlo.

-Disculpado. ¿Has tenido ídolos en el toreo?

-Sí. El Juli sobre todos. Tanto que yo no quería ser torero, yo quería ser El Juli. También José Tomás. Un día iba a entrar en una cafetería y me dijeron que José Tomás estaba dentro y no fui capaz de entrar. Me dio como miedo. O respeto, no sé.

“¿Mi momento más feliz?… Un paseíllo en Valencia después de la cornada de Madrid. Me aplaudían y me dije: estoy vivo y me quieren

-¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu carrera?

-Un paseíllo en Valencia después de la cornada de Madrid. Me dije: estoy vivo. Sigo aquí. Apenas habían pasado cincuenta días de aquella tremenda cornada. La ovación con la que me recibieron y me acompañaba a cada paso me llegó al alma. Me emocioné. Estoy vivo y me quieren, me repetía.

-¿Y el más duro?

-La pandemia. No saber cuándo podría volver a torear me atormentaba. 

-¿Si no hubieses sido torero dónde estarías?

-No lo sé. Siempre quise ser torero, aunque un día te dije que quise ser bombero, pero era cosa de niños. La verdad es que ahora yo no me veo de bombero. Quizá sería camarero.

-¿Y de amores cómo andas?… porque un torero sin amores es como si le faltase algo.

-Gracias a Dios estoy bien, enamorado. Tengo novia. Lo pasé muy mal cuando me dejó una novia anterior, pero conocí a Paloma en una de mis giras por Colombia y estoy feliz. 

Román asumirá el 10 de marzo un reto mayúsculo.

-América y los toreros, peligro.

-Es algo que todos soñamos. Allí los toreros disfrutamos de una camaradería especial. Es como salir de la rutina en busca de aventura.

-¿En realidad tú eres así de jovial o es un arma de marketing?

-Soy así, siempre trato de mostrarme como soy, no hay más doblez. A veces me digo que ya no me río tanto como antes y concluyo en que serán los años. Sé que ser sincero y natural juega a mi favor, pero también a mi contra. Algunos piensan que los toreros deben ser serios y nada bromistas, pero yo no soy así, lo siento, que me perdonen.

-¿Esto del toro es como soñabas?

-Mucho mejor. Cuando comenzaba me hubiese conformado con hacer el paseíllo en Valencia. Otro de mis sueños es que un día fuese a los toros y que los toreros se me acercasen a saludarme. Y ahora gracias a Dios toreo prácticamente en todas las ferias. La realidad ha superado lo soñado.

-¿También habrá cosas ingratas?

-Como en todos los órdenes de la vida. Hay momentos muy duros, están las cornadas, momentos en los que crees que deben contratarte y ni siquiera te llaman, momentos en los que ganas menos de lo que crees que debes ganar. Son cosas que forman parte de la profesión.

-Vamos que no has llegado a pensar si lo sé no vengo.

-Qué va, qué va. Nunca tuve la menor duda sobre abandonar.

-¿Los empresarios son los malos de la película?

-No. Defienden sus intereses como yo defiendo los míos. Unas veces sales más favorecido y otras menos, pero no creo que quieran fastidiar a un torero. Cuando interesas te llaman y cuando no… te tienes que aguantar. 

-Todo se debe aclarar el día diez, de vuelta al hotel…

-Pase lo que pase sé que ese día va a marcar mi carrera, aunque no habrá nada definitivo. Sé que si triunfo el día siguiente tendré que volver a triunfar y el siguiente y el siguiente. Aquí no hay triunfos definitivos. Es la única profesión en la que nunca puedes bajar la guardia. 

-Pues ya sabes. Suerte para ese día y para todos los días que vengan.

ENTREVISTA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS

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Hoy, la hora de Román

José Luis Benlloch

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