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Salvadores no, gracias...

Todos los que han manifestado la intención de salvarnos “nos han jodido pa vino” desde Viriato al general Franco, sin olvidarnos de los González, Zapatero y Rajoy...

Simón Casas es un hombre de negocios -productor le gusta más- integrado totalmente en el ámbito taurino español, entre otras cosas porque creo que él mismo se siente tan español como francés. Posee en estos momentos un plus añadido de excelencia que es apoderar a un gran torero como Finito de Córdoba, al que los inteligentes taurinos españoles habían dejado caer como si ya estuviera totalmente amortizado. Pero yo le recomendaría a Simón que tascara un poco el freno de su euforia natural, antes de proclamarse “salvador” de la Fiesta. Sencillamente porque en este país los salvadores nos huelen a chamusquina, y ahí está nuestra reciente historia para recordar el porqué.

Todos los que han manifestado la intención de salvarnos “nos han jodido pa vino” desde Viriato al general Franco, sin olvidarnos de los González, Zapatero y Rajoy. Hasta el punto de que funciona por ahí un dicho que afirma: “Dime quien te quiere salvar y te diré quien te la va a meter hasta la cepa”. Comprendo los subidones de su carácter, pero el empresario-productor haría bien en moderarse, ya que lo único que ha ocurrido es lo que gente como quien esto firma llevamos varios años pidiendo de los propietarios de las plazas de toros, en el sentido de que no pueden tratar a la Fiesta como si fuera “la puta del rey”. Que lo que tienen que hacer, si quieren que esto continúe, es olvidarse de su ancestral espíritu recaudatorio, y poner lo que es público y se ha hecho con el dinero del pueblo al servicio del pueblo. Sin más. Alicante y Málaga se han dado cuenta, después de varios morrones en los que se han quedado sin dientes, y han actuado en consecuencia.

Y Simón Casas, por muy contento que esté de haberse conocido, debe esperar a los resultados de su gestión -que confío será buena- y dejar que sean los propietarios de las plazas que han sabido bajar gatillos, los que se autofeliciten por haber acertado en la adjudicación y en la forma de hacerla. Y ahora a trabajar bien y sin endiosamientos que suelen tener malos despertares.