En la corrida del “the end” se ha lidiado un encierro de Miura, de los cuales solo uno -el primero bis- ha sido francamente posible y muy bien aprovechado por Rafaelillo, que en ocasiones le ha corrido la mano incluso con verticalidad en la figura, temple y cadencia.
Punto final del serial de San Isidro 2016, que ha durado más que un matrimonio a disgusto. Un mes largo en el que ha habido de todo como en botica, pero muchos más toreros que toros. En cuanto a los cornúpetas ha destacado “Malagueño” por encima de todos y a cierta distancia algún toro suelto de otras ganaderías, y como corrida más completa ha destacado la de Victoriano del Río, con la que se coronó José Mari Manzanares. Pero ningún toro de los lidiados llegó a la dimensión del mencionado de Alcurrucén.
En la corrida del “the end” se ha lidiado un encierro de Miura, de los cuales solo uno -el primero bis- ha sido francamente posible y muy bien aprovechado por Rafaelillo, que en ocasiones le ha corrido la mano incluso con verticalidad en la figura, temple y cadencia, de tal modo que el burel parecía de cualquiera otro hierro menos del de Zahariche. Los otros cuatro han hecho honor a la tradición de la casa y ha sido tarea harto difícil darles a ninguno de ellos dos pases seguidos. Sobre el “zamacuco” de Valdefresno, un auténtico búfalo, que salió en cuarto lugar, bien podría haber dicho el murciano: “Yo no he venido aquí a luchar contra los elementos”. Era feo a más no poder, mansurrón, y se naneaba en sus evoluciones por el ruedo como Oliver Hardy en las películas de celuloide rancio.
Javier Castaño fue recibido y despedido por la cátedra madrileña con sendas y merecidas ovaciones. La primera fue como la medalla de sufrimientos por la Patria, en reconocimiento a su capacidad y espíritu de sacrificio para vencer su dura enfermedad, y al valor de comparecer en Madrid la segunda vez que se vestía de luces tras la difícil curación. La ovación de despedida ha significado un claro premio a su entrega, valor y honestidad profesional ante material tan poco adecuado para una reaparición en la Universidad Central del Toreo. Pérez Mota tuvo tan poca suerte como quienes esperaban su triunfo. Y el torero de plata Fernando Sánchez colocó dos pares de banderillas con un perfumazo a torería que atufaba. Y san se acabó...
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