Por Salvador de la Puerta

Santos, un tipo especial

Salvador de la Puerta
lunes 10 de mayo de 2010

Manuel Santos no es un tipo normal. Tiene ya 85 años pero, si no fuese por el andar, bien podría decirse que esta “pa torea”. Parece un picador antiguo. Tiene una buena barriga y a la vez se le ve robusto como un roble…

Manuel Santos no es un tipo normal. Tiene ya 85 años pero, si no fuese por el andar, bien podría decirse que esta “pa torea”. Parece un picador antiguo. Tiene una buena barriga y a la vez se le ve robusto como un roble. Sus ojos a lo perdiguero de Burgos y sus grandes orejas le dan un aspecto de lo que es: una gran persona. Es parsimonioso y no creo que alguna vez haya tenido prisa. Está viudo, pero no está solo. Tiene sus gallinas, sus perros, hurones y hasta una yegua con más años que yo, que la utilizaba en las labores de guardería cuando estaba activo. Es un hombre de campo y, salvo en una ocasión, nunca ha salido de Jandilla. Ocurrió cuando su hijo pequeño se casó, se lo quiso llevar a Jerez a vivir, pero a los pocos días volvió, decía que le faltaba el aire… Sus hijas están casadas y viviendo en Barcelona. Van a verlo dos o tres veces al año y por sus nietos él conoce la ciudad condal como si hubiera vivido años. En esos días, la traquilidad de su casa se vuelve una revolución donde perros, gallinas y chavales de varias edades no paran de dar carreras.

Si no fuese por el televisor parecería que viviera en el siglo pasado. No le interesa la política ni las películas y para lo único que la enciende es para ver sus corridas de toros. “Salvador ya estamos en la Maestranza”, me decía con su voz ronca hace apenas dos semanas. Sin embargo, otro año más no ha podido estar en Sevilla, y lo peor es que probablemente tampoco podra estar en Madrid, ni en Bilbao ni en tantos otros sitios donde a traves de televisión antes podía disfrutar de su afición de ver los toros. Peor lo tienen sus nietos, y es que la fiesta no puede ser en nuestra España un artículo de lujo con el único amparo de algunas televisiones regionales.

Probablemente mañana vea a Santos por medio del campo arrastrando los pies y repasando unos lazos para conejos que tiene cerca de su casa. Seguro que me lo encuentro con su gorra ladeada y un par de conejos empatillados colgando de su mano derecha. El resto del día lo pasará echando de comer a sus gallinas, cuidando a sus perros y, con la fresquita de la tarde, se pegará otro paseíto y aprovechara para llenar las albarditas de su yegua con lo que toque: espárragos, tagarninas o caracoles. Santos es un tipo bonachón y feliz, es un tipo especial.

‘Cuaderno de campo’ de otros ganaderos

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