Después de unos días de la h (H)ostia, tras un Puente de toros de la V (v)irgen, escribo al lado de una horchata de chufa. Hasta el nombre es feo. Mucha hache, ¿no? Hacía mucho tiempo que no la probaba. No se la pidan: sabe igual. A chufa. Preguntarse a qué sabe la chufa es como preguntarse a qué sabe el toreo en la vorágine de cada año los quince de agosto. Sabe a lo que sabe el estrés de información, a empacho de fotos, a banquete de vídeos. Sabe a bodas de alguna sangre. De éstas, afortunadamente, menos que el año pasado. Sabe a prisas en los medios, y las prisas suelen regresar el sabor de la horchata de chufa. El sabor de los mismos quince/agosto de los años de atrás y los de delante.
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