LA REVOLERA

Se estrecha el cerco

Paco Mora
jueves 03 de septiembre de 2020

El cerco al espectáculo taurino se va estrechando cada día más, hasta amenazar la menor posibilidad de anunciar una corrida de toros. Y ello pese a que no ha habido síntoma de contagio alguno en ninguna de las celebradas ajustándose a las normas establecidas por las autoridades sanitarias dimanantes de los organismos estatales. Las cantidades de público autorizadas en los últimos días son una prohibición en toda regla. Abrir una plaza de toros en esas condiciones sería una ruina económica que no ofrece la mínima posibilidad de cubrir ni los gastos más elementales.

Bien es cierto que de las grandes empresas que dominan el mercado de la tauromaquia como espectáculo, solo Simón Casas ha tenido el valor de organizar una feria tradicional, y ello en territorio francés. El ejemplo de Nimes debería servir para que otros empresarios de plazas de primera, con los más importantes aforos, dieran un paso al frente en el camino de salvar los muebles en esta temporada que ya está dando sus últimas boqueadas por mor del calendario. Pero es evidente que el dinero es muy cobarde y para jugárselo, incluso en algo en lo que se cree, hay que tener el valor que ha demostrado el empresario galo. Porque está más que comprobado que el Gobierno de la nación está dispuesto a apretar el nudo hasta ahogar cualquier posibilidad de salvación para la Fiesta.

La aceptación conjunta de perjuicios podría abrir un nuevo horizonte en cuyo final se vislumbre la luz de la normalidad. El caso es evitar que cuando llegue no haya muerto la que otrora fue gallina de los huevos de oro para un reducido grupo de empresarios, que ante las dificultades no han sabido o no han tenido grandeza de espíritu para reaccionar, pensando en algo más que en sus intereses particulares

Cada día se exigen distancias más amplias entre espectadores en los tendidos, y dar una corrida de toros con doscientos o trescientos espectadores significa un suicidio económico. Las normas son cada vez más restrictivas y solo falta que se ordene desde las alturas sanitario-gubernamentales que los toros salgan al ruedo con mascarillas. Esta es la hora en la que todos los empresarios taurinos deberían unirse como una piña y negociar con el Gobierno Sánchez-Iglesias hasta la mínima posibilidad de que se puedan organizar corridas y novilladas para evitar el desastre total de algo que nos caracteriza ante el mundo entero.

Pero para eso hace falta amor a la tauromaquia y valor para afrontar todas las dificultades estrechamente unidos y dejando a un lado Reinos de Taifas y egoísmos personales. Porque incluso las pérdidas, repartidas entre todos, siempre serán menores y más llevaderas. Y la aceptación conjunta de perjuicios y responsabilidades podría abrir un nuevo horizonte en cuyo final se vislumbre la luz de la normalidad, que un día u otro llegará. El caso es evitar que cuando llegue no haya muerto la que otrora fue gallina de los huevos de oro para un reducido grupo de empresarios, que ante las dificultades no han sabido o no han tenido grandeza de espíritu para reaccionar, pensando en algo más que en sus intereses particulares.

Porque hay que decirlo sin recato alguno; solo los empresarios más modestos económicamente como Carmelo, Garzón y Manuel Amador -valgan los tres botones de muestra- han cuadrado los hombros y se la han jugado en estos días aciagos de horizonte espeso y ennegrecido. Y a ellos les debemos que, pese a la pandemia, haya continuado el brillo de los caireles en algún ruedo que otro, arrostrando serias dificultades.

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