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Se jubila un garante del orden

El paseíllo de las cuadrillas es el primer gran impacto que el público que acude a una plaza de toros recibe. El fuerte cromatismo que despliega el primer acto de la liturgia de la lidia, unido al recogimiento responsable y de preocupación que generalmente expresan los toreros en sus rostros, ya anuncia que el ritual que se va a presenciar es algo serio y trascendente. Es la parte visible de la puesta en escena de uno de los espectáculos más auténticos que existen porque en él siempre está presente la muerte.

Seguramente, por esa trascendencia, por ser un espectáculo de riesgo extremo, en el que no están ausentes ni las emociones ni tampoco las pasiones, especialmente entre los principales actores (ganaderos, toreros o sus representantes, y también en buena parte de aficionados), es por lo que antes de la puesta en escena haya todo un proceso de control que viene a garantizar tanto el trato correcto a las reses que se han de lidiar, como los derechos y obligaciones de los toreros que han de actuar, concluyendo que de ese proceder quien debe ser el gran beneficiado es el aficionado que pasa por taquilla.

Esa labor está encomendada, en el caso de Valencia, a la Policía Autonómica de la Generalitat, que cuenta con el asesoramiento de veterinarios y profesionales, pero hay que decirlo, éstos no siempre están acertados en sus juicios lo que suele complicar la labor de quienes dan la cara en el palco. Estos días, el policía Vicente Albir, que se incorporó al equipo de la plaza de toros de Valencia en el verano de 1993, se jubila. Quienes lo hemos tratado durante todo este tiempo desde la cercanía sabemos de su bonhomía, de su entrega y también de sus afectos muy marcados hacia los toreros valencianos. Irrumpió con la aparición de Vicente Barrera, para quien tiene palabras de admiración por su forma hierática de su toreo, ampliándola a Enrique Ponce, El Soro, y ahora a la novedad de Nek Romero, de quien vaticina un brillante futuro.

Dice que han sido treinta años muy disfrutados, en los que descubrió un mundo muy auténtico y apasionante que le ha proporcionado momentos muy felices, remarcando que muchos de ellos fueron posibles al contar con la colaboración de profesionales del toro muy reconocidos. Haciendo gala de sincera humildad, reconoce que durante todo este tiempo, en momentos, pudo haberse equivocado, pero siempre con la bandera del respeto hacia el reglamento que rige la lidia. Deja huella de honestidad, que no es poco.

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Se jubila un garante del orden

Pedro Toledano

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