Que se torea como se es, está más que contrastado. El Terremoto de Triana trajo el temple al toreo a principios del siglo XX. Y es que Belmonte era un hombre extraordinariamente templado. Si lo sería que cuando una tarde que sufrió uno de los muchos revolcones que le propiciaban su manera de pisar el terreno de los toros, fue conducido a la enfermería por su cuadrilla y, mientras el facultativo se preparaba para examinarlo, se quedó inmóvil, desmadejado y con los ojos cerrados sobre la camilla del quirófano. Todos los presentes se asustaron y uno de sus banderilleros exclamó: “¡Doctor, que este hombre se nos ha muerto!”. El médico se precipitó sobre el cuerpo inmóvil del torero y tras una somera exploración se volvió a los presentes y les dijo sonriente y cachazudo: “¿Muerto? ¡Se ha quedado dormido como un bendito!”.
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Se torea como se es
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