Se acabó la feria. Ya llevamos años que la resaca se pasa en casa, me gustaban más aquellos lunes con los pedrajas de Guardiola arrancándose de parte a parte de la plaza. Aquel torismo representaba a Sevilla como podría hacerlo o mejor el más artista de los toreros. Cuántas y cuántas tardes y cuántos toros en la memoria de la afición. Esas leyendas deberían recuperarse sin excusas. Por muy mal que se hubiese dado la feria siempre quedaba la esperanza de ese lunes que aseguraba bravura y espectáculo. Ahora no hay toros el lunes de resaca, ahora los lunes toca palique. Manda El yo dije y el yo advertí y los balances. Este año cabe decir que de Sevilla se esperaba más de lo que ha pasado. Por mucho que de principio se cuestionasen los carteles, por mucho que se señalase la ausencia de éste o de aquél o del otro de más allá, se esperaba más. O precisamente por eso, porque los anunciados tenían la oportunidad y la obligación de demostrar que los que debían estar eran ellos. Luego ha habido más corrección que sensación. Pocos se han salido de la fila. En parte porque no es fácil y en parte porque salvo contadas excepciones no participan de esa cultura y eligen el centrocampismo.
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