La Feria de Sevilla superó el ecuador. La tan esperada, la de la normalización, la de los hijos pródigos, también la de Ramón Valencia, un reto el suyo que va saliendo adelante en todo lo que le faltó el año anterior. Morante, Juli y Talavante, no tanto Perera, volvieron, llenaron y triunfaron, así que pelillos a la mar. Aunque no está muy claro que todo el daño hecho con su ausencia los últimos años, se repare de un día para otro, lo bueno, la noticia, es que se invirtió la tendencia cuando más necesario era, que vuelve a relucir la mejor Sevilla, que han vuelto los problemas ¡mi arma veniros antes! para acomodar a la gente tras el paseíllo, que la reventa vuelve a manejar cifras mareantes, que la gente acude ilusionada, que la calle Iris se abarrota a diario, los restaurantes ídem de lo mismo y hasta los anti se escuchan con sordina, lejos, lejos, desvaídos, sin el furor de los años de la desavenencia… y con eso no digo que baste pero es mucho. Resumiendo, en lo que se puede programar, figuras, promoción, puertas abiertas y aire fresco, nota alta; en lo imprevisible… lo imprevisible sigue siendo imprevisible. Dicho de otro modo, los toros están embistiendo poco.
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