Por supuesto, todos conocemos las reglas. Esas reglas apuntan quién te concede una oreja o dos y entonces puedes salir por la puerta grande, si no estás en una plaza del País Vasco o Aragón y entonces han decidido que tienen que ser dos orejas en un toro o tampoco te llevan por la puerta de mayor rango. Las normas las hacen los políticos aunque sería más aconsejable que también intervinieran los buenos aficionados. Porque al fin y al cabo, una vez escrito y sellado el reglamento de tu zona, lo va a interpretar, normalmente, “un aficionado de reconocido prestigio” que habitualmente es un torero o banderillero jubilado y que hace de asesor y un usía casi siempre comisario, nombrado por lo que entienden que es preceptivo, pero que no te garantiza, ni mucho menos, que tenga el saber, el gusto y la equidad para manejar un palco.
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