Bilbao en el horizonte. En la historia del toreo, palabras mayores. Camino del Bocho a los toreros se les iba el apetito. Lógico. Tal era el rigor y el toro. No digo que ahora no pase, pero no es lo mismo, no es la misma trascendencia. La fortaleza taurina del norte, tan admirada, tan personal, tan referencial de las mejores virtudes de la tauromaquia, vive momentos difíciles. No solo huérfana de apoyo institucional sino blanco de ideologías claramente adversas, activamente beligerantes convertidas en un toro malaje a la caza de la cornada definitiva. Ha sido un cambio radical o muy rápido. Desapareció el alcalde Azkuna y comenzó a menguar la grandeza de la Aste Nagusia. Duele el recuerdo e invita a luchar por recuperarla.
Una temporada sin el peso del gran Bilbao siempre estará manca. Su categoría no era ni caprichosa ni regalada. El toro, fuerte y armónico, el ambiente en los tendidos, la estética general, el bien vestir de los aficionados que también cuenta (la corrida es una ceremonia que exige cuidada puesta en escena hasta ese punto) y naturalmente la trascendencia de los triunfos, en Bilbao había que estar bien, un triunfo valía contratos de la misma manera que un fiasco descontaba categoría, todo ello sin olvidar el clima, el impacto que irradiaba su arena cenicienta, el bien comer que los toros no son solo lo que sucede en el coso, todo eso y más era/son señas de identidad que le conferían el máximo rango.
No será fácil, pero hay que intentar el rescate para que vuelva a su esencia y en esa tarea no se trata de buscar culpables, mucho mejor es buscar soluciones. A Bilbao hay que ir, por Bilbao y por el toreo. En un nuevo orden siempre hará falta un Bilbao y si no existiese habría que…