¿Quién le habrá dicho a la alcaldesa que la empresa que se comprometa a organizar toros en Alicante, con todo el riesgo que conlleva, dados los pliegos que viene haciendo su Ayuntamiento, tiene la obligación de contratar los toros de los ganaderos que a ella le caigan simpáticos, por responder a sus festivas citaciones?...
Pues vamos arreglados. Estamos pugnando porque se nos saque de las fauces de Interior, para ingresar en un ministerio más adecuado para algo calificado como arte como el ejercicio de lidiar toros bravos, y hete aquí que irrumpe en la escena doña Sonia Castedo, alcaldesa de Alicante, tronando contra Borja Domecq, no por el juego de sus toros sino porque el ganadero ha cometido la descortesía medieval de no presentarse al palenque a recoger el premio de la dama, habiendo resultado como resultó vencedor en el torneo de Fogueres de Sant Joan. Horror, terror y furor, Borjita, amigo, la que te ha caído encima. Porque la señora en cuestión, además de exigir que no se te compre un toro más para la “terreta”, ha prometido vigilar de cerca el cumplimiento de su orden. Esta te quita de ganadero ¡Vaya genio el de la corregidora alicantina con sonrisa de Vargas Llosa y talante de Agustina de Aragón! Si le llegan a caer por aquí a ella los gabachos napoleónicos los pone en fuga a mamporros.
Y ahora en serio, ¿quién le habrá dicho a la alcaldesa que la empresa que se comprometa a organizar toros en Alicante, con todo el riesgo que conlleva, dados los pliegos que viene haciendo su Ayuntamiento, tiene la obligación de contratar los toros de los ganaderos que a ella le caigan simpáticos, por responder a sus festivas citaciones? ¿Acaso cree que los ganaderos no tienen nada que hacer y están obligados a recorrer media España, para que ella luzca modelito y salga en la foto en una entrega de trofeos? El premio de un ganadero es ver cómo el público vibra con las embestidas de sus toros y los toreros les cortan las orejas. Todo lo que viene después es cuestión de gusto, oportunidad y tiempo. ¡Ese genio, alcaldesa! Que no es para tanto. Y cuidado, que de los disgustos nacen las patas de gallo. Se lo dice a usted alguien que ya tiene un gallinero en cada ojo…
