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Tarde aciaga

Al maestro le salió un cárdeno con divisa azul y blanca, marcado con un hierro, que semejaba la letra omega del alfabeto griego. Al intentar recogerlo de capa, el toro...

Al maestro le salió un cárdeno con divisa azul y blanca, marcado con un hierro, que semejaba la letra omega del alfabeto griego. Al intentar recogerlo de capa, el toro le hizo una finta extraña, arrancándole el capote de las manos, para hacerlo volar por el aire y finalmente posarse sobre el albero, como un paracaídas abierto. El diestro, al verse desarmado, acosado y perseguido, tomó precipitadamente el olivo. A partir de ahí fue una bronca inenarrable, que alcanzó su punto culminante cuando el diestro, después del descabello, clavó el verduguillo en el ojo derecho del toro, porque, según comentó después, era un toro burriciego, que no veía por ese ojo. A un aficionado, veinteañero, un crítico que había conocido en Madrid y que estaba como enviado especial de la más prestigiosa revista taurina de la época, le propuso que le acompañara a la habitación del torero. El aficionado aceptó ilusionado. La tarde había sido más que mala. Había sido una tarde aciaga. Pero iba a conocer a su ídolo. El gran maestro del momento. Al entrar en la habitación se percibía el silencio triste y denso de un velatorio. Cuando vio al periodista, el maestro le pidió su opinión de lo sucedido en la corrida. La respuesta fue breve y concisa: Pues que has estado como “la chata”. “Eso no lo habrás escrito en la crónica”, le respondió el torero. “Hombre, con esas palabras no; pero con otras, ese es el resumen de la crónica”. El diestro, airado, respondió poniendo punto final: “Voy a llamar a tu director y, si publica esa crónica, retiraré la publicidad contratada para lo que resta de año”. Al aficionado, veinteañero, aquél ídolo al que idolatraba y al que tenía sobre un pedestal esculpido en mármol, se le tornó un ídolo de barro. No sé si el contenido de este artículo es el recuerdo de una tarde aciaga de julio, o el recuerdo de una pesadilla, que soñé una noche de verano, hace ya, no sé cuántos años.

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Tarde aciaga

Perfecto Guardiola

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Perfecto Guardiola

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