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Tarde de toros y toreros

A Victoriano del Río le embisten hasta los mansos. Al tercero de la tarde que huía de los caballos y no se dejó picar, quedando entero y con toda su fortaleza para la muleta...

A Victoriano del Río le embisten hasta los mansos. Al tercero de la tarde que huía de los caballos y no se dejó picar, quedando entero y con toda su fortaleza para la muleta, le plantó cara Talavante y acabó metiéndolo en la pañosa y realizándole una emotiva faena. Un toro con esa sensación de peligro que deberían tener todos los toros de lidia, le proporcionó al pupilo de Manuel Martínez Erice la oportunidad de demostrar que sigue siendo un gran torero y que los que lo daban por acabado tras la victorinada se equivocaban de medio a medio. Dos orejas de ley, cuarta puerta grande de Alejandro, y lo que es más importante; la desaparición de las dudas y celajes que seguramente han ensombrecido el ánimo del torero estos últimos días.

Ese pequeño grupo de intransigentes que quieren enseñar a las empresas a organizar corridas de toros, a los del castoreño a picar, a los banderilleros a banderillear y a los matadores hasta cómo se tiene que coger la muleta, se desgañitaron con sus gritos extemporáneos, sus palmas de tango y sus protestas, mientras los otros más de 24.000 espectadores ovacionaban en pie a José María Manzanares, que le hizo una faena entonada, pletórica de majeza y torería a su buen primero. Oreja que paseó triunfante por el anillo entre los aplausos de la inmensa mayoría que acallaron o hicieron inaudibles las protestas del puñado de recalcitrantes, que van a los toros a “escrachear” a los toreros que a ellos no les caen en gracia. En el pecado llevan la penitencia porque lo pasan muy mal.

Castella, con su segundo, realizó la faena más templada que se le ha visto en Madrid. Este torero ha cambiado sensiblemente a mejor y sus naturales largos, lentos y profundos fueron los más importantes de lo que llevamos de feria de San Isidro. Oreja. Su primero se rompió una pezuña en el segundo tercio y lo tuvo que matar sin faena, aunque apuntaba muy buenas condiciones. Lástima grande, pues Castella tenía el día y seguramente habría acompañado a Talavante en su éxito de puerta grande. Cosa que también hubiera conseguido Manzanares con un quinto con menos problemas.

Buena corrida en términos generales la de Victoriano del Río, que le dio emoción a la tarde. El quinto y el sexto, fuera de tipo y con más de seiscientos quilos, demostraron que la carne sólo es buena para la tabla del carnicero. El manso tercero demostró, una vez más que la bravura es una cosa y la casta otra. Ese toro no era bravo pero estaba muy encastado. Y en manos de Talavante fue toro de triunfo.

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Paco Mora

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