Nadie sospechaba que nuestra riqueza tenía de cierta apenas la “r”, y que las demás letras se habían colado como un silencioso virus troyano. Y que en realidad, en el jolgorio de esos tiempos de mucho, el alfabeto de nuestros excesos nos estaba camuflando las letras “u”, “i”, “n” y “a”. Le añadimos la “R” y nos da “ruina”. Recuerdo esos tiempos porque aún se rozan con los dedos de las manos de tan próximos que están. Tiempos en los que veíamos sólo con los ojos abiertos, cuando ver es tantas veces mirar con los ojos cerrados. El toreo, es, tantas veces, cerrar los ojos para ver mejor.
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Tauromaquia y corrida
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