Se nos ha ido el maestro Antoñete. Nos queda su recuerdo definitivamente imborrable, su ejemplo de torero clásico, su tauromaquia deslumbrante, la elegancia, el valor, la teoría de las distancias y la mesura, la mano izquierda, la que ligaba directamente con su corazón y con sus sentimientos, la media abelmontada, la trinchera de Silverio, la solemnidad de Manolete, la capacidad para travestirse en la plaza en una especie de divinidad pagana cuando los años ya hacían mella en su cuerpo en otro tiempo juncal. Fue un tipo incontaminado por las modas y abierto a la vida, duro en la lucha y tierno en la convivencia, próximo, amigo, imperfecto, humano… Nos queda su leyenda y el recuerdo de su amistad. No le vamos a olvidar.
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