BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
Foto: Antonio ViguerasFoto: Antonio Vigueras

Tomás Rufo conquista Valencia en su debut

José Luis Benlloch
domingo 19 de marzo de 2023
El toledano corta una oreja y se cierra la puerta grande con la espada; Manzanares volvió a cuajar una excelente faena contra el viento que condicionó la tarde; hubo toreo del caro y llantos por la muerte de un gran ganadero

La octava de feria fue para Tomás Rufo. Después de verle hay que convenir que la renovación de la torería progresa adecuadamente. Siempre cabe pensar que urgencias y sucesos de ese calibre cuanto antes mejor, pero en el toreo las cosas se hacen despacio, con temple y seguridad, con argumento, las buenas obras o tienen base o acaban siendo flor de un día, y si hay que poner un ejemplo de solidez me remito a la trayectoria de este Rufo y a la faena que el toledano le hizo al toro que cerraba plaza. No parecía que era el momento, la luz tristona del atardecer había caído sobre la plaza, el viento marceño no dejaba de tocarnos/helarnos las narices, los toros de Jandilla no acababan de romper a embestir y la inercia triunfal tan necesaria en las tardes de toros, había desaparecido, pero… justo en ese momento este Rufo, debutante en Valencia, echó las rodillas al suelo al pie del tendido cuatro, pasó al jandilla por arriba una vez, dos y a la tercera giró sobre las rodillas cual si fuesen los talones y le enjaretó un manojo de muletazos despaciosos y solemnes, muy reunidos, que borró todo lo dicho: el viento se calmó (no del todo pero poco pareció importarle a Rufo), el público que llenaba la plaza (o casi) se recolocó en sus localidades y cobró vida, la banda de música, que para entonces había comenzado a rebuscar en los fundones, arrancó a tocar un airoso pasodoble. Se habían juntado los astros, era el momento cumbre en el que Rufo, Tomás, natural de Pepino, Toledo, muy a la vera de donde morase el maestro Ortega, Domingo, no vayan a creer, donde otro maestro, Lozano, Pablo, llamado la Muleta de Castilla, le dio las primeras lecciones, pues en ese justo momento el tal Rufo comenzó la conquista de Valencia tal y como el año pasado había conquistado de un tirón Castellón, Sevilla, Madrid… y tal y tal.

Rufo toreó a partir de ese momento a Trailero, cuya virtud principal era la abundante nobleza (no es poco) y la escasa codicia, a cámara lenta, con limpieza y ahorro de movimientos, cabeza y economía fue la fórmula, y no hace falta decir lo difícil (milagroso) que es torear a cámara lenta como toreó, esperar a que pase el toro que nunca acababa de pasar por los muslos, no perder la compostura ni la cabeza, mandar a tomar el fresco las violencias… todo eso da pie al mejor toreo. Por todo ello si hay que adjetivar a Rufo pongan: toreo castellano, sin alharacas y abundante verdad. Luego cuando montó la espada se vinieron encima todos los demonios y gafes y la tizona paisana si supone (las buenas siempre fueron de acero toledano) se negó en redondo y dos pinchazos prologaron la estocada definitiva y le cerraron la puerta grande que no la conquista de Valencia, bastaba con comprobar la reacción del público cuando cruzó el ruedo camino del hotel para entender que como dicen los taurinos había entrado en esta su plaza.

Los dos maestros que le precedían, Juli y Manzanares, no pueden decir que no se les esperase ni mucho menos que se les negase cariño, pero los amores nuevos son los más apasionados. Juli tuvo un lote imposible mientras Josemari, que pudo redondear otra gran tarde, acabó topándose con los peores momentos del vendaval en la faena al jabonero que hizo segundo de la tarde y a la postre sería de lo mejor del bonito encierro de Jandilla.

Llanto por un ganadero

La tarde tuvo unos prólogos la mar de tristes como se manifestó en el respetuoso minuto de silencio que cuadrillas y público guardaron antes de romper filas en el paseíllo y que hacen que tenga que escribir esta crónica con el dolor de haber perdido a un amigo de siempre, Daniel Ruiz, ganadero de Albacete y del mundo, personaje singular, un campero de corazón muy apegado a la dehesa que navegaba con una soltura insultante por las moquetas de las grandes urbes, colega y amigo de grandes personalidades, de políticos y truhanes, que lo mismo le podía a un Montecristo del 5 que a un caliqueño de Alboraia. Todo en Daniel era exagerado, la afición al toro, a los amigos, a los suyos… Tuvo fuertes relaciones familiares con Valencia, donde le conocí cuando le hablaba (entonces se decía así) a Alicia, el amor de su vida y madre de sus hijos. Vivió el toro y su selección (también el trato) con una pasión desbordante. Crio villamartas, galaches y coquillas con éxito, pero fue con los jandillas con los que alcanzó su cenit y un lugar preferente en los carteles lujo. Cortesano, Lorito, ambos indultados, y Puñalero, al que una presidenta taurinamente invidente le negó la vida en Valencia pero no la gloria, fueron algunos, solo algunos, de los referentes que daban pie y argumento a tertulias apoteósicas donde la voz y las ocurrencias de Daniel tronaban por encima de todos; fue un conversador sin límites, capaz de contarte el juego de una becerra en la tienta durante horas sin repetirse aunque yo creo que jamás ninguna becerra galopó ni nadie podía imaginar que galopase o metiese la cara en la muleta como contaba Daniel. ¡Pero hombre, Daniel, no será para tanto!, le decía, no porque no le creyese sino porque querías volver a escucharle por si era capaz de mejorar la versión anterior, y lo era, lo era. Yo, insisto, no vi ninguna vaca embestir como contaba Daniel ni mucho menos a nadie como Daniel. Hoy, desde la plaza, le he llorado como se le llora a los amigos.

También le lloraron todos cuantos le conocían, especialmente Juli, que era su torero de referencia, y Manzanares igualmente asiduo en las tientas y muy querido en el Cortijo del Campo, tanto que ambos tomaron la alternativa con toros de su ganadería y ayer lucían crespones en sus bocamangas. Julián, que hizo el paseíllo embozado con un precioso capote negro que remarcaba su torería y su dolor, se encontró de primeras con un toro duro y descompuesto que no le dio opciones ni a él y de segundas con un toro parado hasta la desesperación así que tras el brindis a Daniel ni después al público pudo dedicarle el triunfo ni a uno ni a los otros.

Solidez manzanarista

Josemari le hizo una faena sólida y torera, poderosa, al jabonero, primero de su lote, buscando los resquicios que dejaba el viento entre racha y racha, arrastrando la muleta, muy encajado. La obra transmitía importancia y si una de las marcas del alicantino son los pases de pecho a ese jabonero le recetó dos trincherazos de cierre que valían un potosí. Lo mató al estilo de la casa, de contundente volapié justo lo contrario y eso es noticia de como mató a su segundo, sucesión de pinchazos, al que tras ordenarle las embestidas le arrancó buenas series, aunque de tono menor que en su primero.

Rufo en el de su presentación ya dio muestras de su estilo y de lo que puede ser un brillante futuro, tanto en los lances de recibo con el capote muy recogido como en una faena en la que logró centrarse con las dos manos. En este sí manejó la espada con presteza y cortó la oreja que le entreabrió la puerta grande que se le cerró en el sexto. En las vísperas declaraba que entrenaba para ser el mejor y visto lo visto no lleva mal camino. De momento en la tarde triste en que se fue Daniel, él conquistó Valencia.

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