Entre los toreros se ha dicho siempre que si la cogida llega, que sea en forma de cornada y no de fractura de huesos. La primera se puede forzar su curación, en cambio, en la segunda, el reloj del tiempo a veces se hace interminable. Estos días el dinástico Cayetano, cuando toreaba en Málaga la corrida Picassiana, volvía a caer herido, en esta ocasión con rotura del radio a la altura del codo izquierdo. Era la enésima fractura que se producía en su carrera. Ya la temporada pasada la tuvo que dar por finalizada a raíz del percance sufrido en Socuéllamos, que lo saldó con la rotura de la muñeca derecha.
Antes, en la feria de Santander, al hacerle un quite a cuerpo limpio a Roca Rey, fue arrollado con el resultado de una vértebra rota. Si se repasa la trayectoria de este Rivera Ordóñez, te encuentras con un rosario de percances que ha desembocado en una lista de fracturas de huesos tan amplia que estaría haciéndose acreedor a ser reconocido, además de por sus valores artístico, como torero con huesos de cristal, como ya le ocurrió al admirado y recordado Antonio Chenel Antoñete.
Comentando este paralelismo con quien fue amigo, compañero y gran admirador del torero del mechón blanco, el maestro Curro Vázquez, a la sazón apoderado de Cayetano, se extendía en ensalzar la figura del madrileño: “Antonio, de no haber tenido aquella fragilidad en los huesos, estoy convencido que además de ser recordado como un torero que atesoraba torería de muchos quilates, también lo sería como figura indiscutible, si es que para ello tienes que sumar gran número de corridas durante varias temporadas”.
Para a continuación poner un ejemplo que viene a fortalecer su argumento sobre la dimensión que hubiera alcanzado quien le hizo disfrutar como torero y también como persona: “Estamos hablando de la temporada de 1966, cuando cuaja el toro blanco de Osborne. Al terminar aquella tarde, su apoderado, Sánchez Mejías, le firmó 100 tardes, pero llego a la francesa Fréjus, y un toro volvió a romperle los huesos, y así continuamente. Cuando comenzaba otra vez a tomar velocidad, al menor requiebro se volvía a romper”. En Valencia, también tuvimos nuestro torero con huesos de cristal.
Coetáneo de Chenel, pues comenzó su carrera como novillero en los albores de los años cincuenta, Paquito Villanueva, que pronto llamó a las puertas de la fama al triunfar en Las Ventas, Vista Alegre, Monumental de Barcelona, Alicante y por supuesto en el coso de la calle de Xàtiva. Sin embargo, continuos percances con resultado de rotura de huesos, frenaron su carrera, teniendo que poner punto y final precipitadamente al no recuperarse de la rotura de la tibia y el peroné que sufrió en la plaza francesa de Vic-Fezensac. En el caso de Chenel y Villanueva, podría achacarse a la mala alimentación padecida por la escasez que impuso la postguerra, pero no así en el de Cayetano. Misterios de la naturaleza.