La semana ha mantenido las constantes toreras en un buen nivel. Las toristas no tanto. O para ser realistas las constantes toristas de la semana están a estas alturas por los suelos. Ni con las figuras ni sin las figuras tienen esos males remedio. La guinda fue la de rejones del sábado. ¡Patético!, lo siento. Hay descubrimientos y descubridores tremendos. Luego si quieren hablamos de toros sueltos, faltaría más, pero en el cómputo general el partido del toro lo perdemos por goleada. Y en este caso apenas si cabe hablar de toros fuera de tipo o de la dictadura de la báscula y todo esos asideros a los que nos colgábamos en nuestra desesperación pensando que en cuanto lo resolviésemos estábamos a la otra parte del río. Quite usted, seguimos donde siempre o peor, ahogándonos por el aburrimiento. Esta semana y la anterior y la otra, nos aburrieron los grandes, los chicos y los de más allá, los del monoencaste y los legendarios, los que son recibidos con las horcas y estacas en alto y los bienvenidos, los que traían apellidos de honda raigambre ganadera y los del aluvión ladrillero. Los mento a todos porque ahí radica la gravedad de la crisis, insisto en el argumento, no quedan dehesas donde acudir ni pócimas con las que soñar. O eso parece.
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