José Antonio Martínez Uranga ha hecho un ejercicio de sinceridad para juzgar los resultados de la pasada Feria de San Isidro, lo que, en momentos tan poco aptos para la lírica, hay que agradecérselo. No sería malo que hicieran lo mismo los toreros y sobre todo los ganaderos. Porque la verdad es que, en términos generales, el balance del serial de Las Ventas ha sido sencillamente infumable. De esos que hacen pensar en la deserción como aficionados de pago. “Ha habido más malo que bueno”, ha reconocido José Antonio. Viene a decir Martínez Uranga, con su natural tendencia a la templanza, que los ganaderos creen que crían lo mejor y luego los toros salen como salen. Pero eso, como decía mi vecino Serapio, “son boiras del tío Juanillo”. La mayoría de los ganaderos no desechaban ni una vaca en sus tentaderos pues, dada la exagerada proliferación de espectáculos taurinos durante los años de euforia económica, necesitaban vientres en abundancia para aumentar sus camadas de moruchos al gusto de los “semidioses” vestidos de luces, sin reparar en que estaban matando la gallina de los huevos de oro.
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