Pues claro que la solución a todos los males del toreo no está en quitar a la policía del palco presidencial y del control de los corrales y de los callejones. Esgrimir esa verdad de Perogrullo para aceptar mansamente la presencia policial en las plazas de toros, es un burdo intento de perpetuar un pasado felizmente superado. Es coger el rábano por las hojas y minimizar un problema al que hay que ponerle solución, si se pretende que el toreo entre decididamente en una fase de modernización. Cierto que en determinadas zonas del país se designan a dedo los equipos presidenciales, que no suelen estar compuestos por funcionarios, y se producen martingalas como el afeitado, la falta de trapío y otros excesos perjudiciales para la Fiesta, pero eso poco tiene que ver con la profesión de los responsables sino con su falta de ética y seriedad. Pero ahora que se ha abierto el camino al reconocimiento del toreo como arte y cultura, ¿qué hacen los funcionarios encargados de prevenir el delito y detener a los delincuentes dirigiendo el desarrollo del espectáculo taurino? ¿Desde cuándo el arte y la cultura necesitan tutela policial? No cabe mayor contrasentido.
Lea el artículo completo en su revista APLAUSOS
Acceda a la versión completa del contenido
Un anacronismo inaceptable
La tarde de este viernes en Madrid tuvo de todo: un gran ambiente previo con…
Revive todo lo que ha dado de sí el festejo en la galería de Javier…
Roca Rey pasó de rozar el triunfo en su primero a los pitos tras pasaportar…
Jorge Martínez confirmó alternativa este viernes en Las Ventas. El joven espada de Totana valoraba…
Rivera Ordóñez pasó a la enfermería, de donde salió con evidentes signos de dolor en…
La localidad francesa ha anunciado los carteles de la Feria del Melocotón y el Albaricoque…