Categorías: Opinión

Un don especial

En mi tierra valenciana, donde por cierto se habla valenciano, otra variante del latín bien diferente a la de Cataluña, y donde no somos “país català” sino antiguo reino (creado dentro de la Corona de Aragón por Jaime I el Conquistador, rey de Aragón y dependiente de la corona pero con administración propia), repito, en mi tierra valenciana (Castellón, Valencia y Alicante), la pasión por el toro es unánime y superior a cualquier otra región de esta vieja piel de toro en la que habitamos. Digo esto porque taurinamente nos faltaba algo. Siempre tuvimos buenos subalternos, matadores de respeto, alguno tan capaz de batir todos los récords como Ponce, que está a punto de volver. Por cierto, yo nunca fui de matemáticas, mejor de letras, pero en “esa generación de oro de nuevos periodistas de este semanario” espero que me digan, totalmente contrastado, cuántas corridas de toros ha toreado Enrique. Es un dato histórico. Pero hace falta certificarlo.

Vivo el renacer de toreros valencianos y hace años que la cosecha era un secano. Ahora me llama Santiago López. Él y José Antonio Campuzano son los dos mejores “ojeadores” que he conocido. Ahora tienen dos cosas importantes. Una: saber ver a una posible figura. Y dos: saber encauzarle en su conocimiento y tauromaquia futura. Campuzano lleva ya un puñado de “descubrimientos”: Ureña, Castella, Roca Rey… Y Santiago está en la misma línea. No cuajó Varea, que está todavía en tiempo de ordenar su personalidad torera, pero sí hizo un milagro con un esquiador llamado David Fandila, al que acabó llamando Fandi, que de estar verde como una cebolla lo convirtió en, yo creo, el torero que después de Ponce más ha toreado. Eficaz con la espada, desigual con la muleta (aunque ¡oh, maravilla!, aquellos naturales en Bilbao nadie los ha olvidado) y en banderillas es un fenómeno que ha llevado mucha gente a la plaza. Yo le pregunté un día a Antoñete: “¿Quién ha banderilleado mejor o más espectacular que El Fandi?”. La respuesta empezaba así: “Miguelín aparte, Fandi es el que más domina el segundo tercio. Girón duró pocos años y Arruza, otros tres. En continuidad, el de Granada”.

LA FIESTA SE LLENA DE NOMBRES NUEVOS O MEJORADOS

Y la bomba. La de Campuzano es Roca Rey (qué bueno que esté llevando gente muy joven a la plaza) y la de Santiago López fue la de Hiroshima, o sea, José Tomás en todo su esplendor, naturalidad, valor bestial, tres años de gloria pura, cornadas también, ganaderías de encastes variados y un dolor de cabeza para “los tres tenores”. El único que tenía aspirinas para no contagiarse del “Huracán Tomás” fue el valenciano Ponce. Por eso digo que estos dos -y vaya por delante mi respeto a otros muchos apoderados y descubridores de toreros-, han dado golpes que han cambiado la historia y la atonía.

Esta semana, decía, me llamó Santiago López, había escuchado el programa de la SER en el que se hablaba de la nueva generación de figuras posibles levantinas y levantiscas. Benlloch nombró a Collado, Bienvenida a Román y yo pregunté por Polope. Tres nombres harto raros para la primera impresión. Pero el mestre dijo: “Collado y Polope pueden ser algo muy grande en el futuro cercano. Si tienen suerte y todo va bien”. Y en su llamada, Santiago añadió: “Tienen mucha personalidad, gusto y tirón, solo hace falta que tengan suerte y no se aburran”. O sea, que Valencia está creciendo en nuevos y diferentes “Ponces”. Por cierto, Ponce es capaz de darle la alternativa a Polope (el nombre parece de coña, pero tiene arte) y a Collado. Ponce es capaz de luego confirmarles la alternativa en Madrid.

Aparicio y Litri revolucionaron la ahora menguada y, sin embargo, apetecible Feria de Julio de Valencia. Seis o siete llenos diarios en una plaza en la que cabían 16.000 espectadores. Una gloria. Apenas contaba la playa. Mira que si vuelve a pasar con Collado y Polope…

La Fiesta, qué bueno, se llena de nombres nuevos o mejorados. Un Pinar renacido, un Perera mejor, Urdiales, con sabor a Rioja, Román, bravo, a Álvaro Lorenzo yo le espero y Ginés Marín ya pisa carteles de primera. Aires de torería en Aguado, quiero ver a los novilleros Rafael González y Fernando Plaza, el de la mano zurda. Ese Rey como una Roca. Ureña lleva el toreo en el alma y David de Miranda salió de la oscuridad, bienvenido. El Juli es de los pocos súper que no falla. Me gusta, cerca del diez, la nota alta de la calidad y torería de Emilio de Justo. Chapó para un genio de la lidia, el talento y el misterio llamado Antonio Ferrera. Y ese Curro Díaz de Linares; quiero volver a ver el tremendo valor de Tomás Campos que pocos recuerdan. No orillemos a Castella, con lo que ya lleva en su mochila. Maduro en sabor Eugenio de Mora, escuela toledana. Me apetece ver otra vez a López-Chaves, que parecía que estaba ya fuera del circuito y que es un torero hecho y derecho. Y más gente que no me cabe en la página de la mejor Feria de San Isidro que recuerdo al menos en cuanto a toros y en cuanto a triunfos. La feria, en parte, del gran cambio. Hay plazas que se llenan con las novedades de Madrid y otras que suman cemento con figuras tradicionales. Lo bueno, seguro, es la mezcla.

MI ADMIRACIÓN A ESCRIBANO Y MI ÁNIMO PARA PEPE MORAL

En el toreo, olvidar es injusto. Quiero dejar clara mi admiración a Manuel Escribano. Una cornada brutal en Madrid y fue capaz de reaparecer rápido y triunfar con una de Miura e indultar al primer toro de la historia de esta ganadería. Ya indultó en Sevilla a Cobradiezmos. Para mí, un torero a respetar y a animar. Gesto. En el otro extremo, toca animar también a Pepe Moral para que vuelva cuanto antes a la normalidad perdida. Lo deseo. Leo a Benlloch sobre la menguada y, sin embargo, apetecible Feria de Julio de Valencia. Acabo de ver a Julio Aparicio en el bar donde le encuentro siempre. Y a su amigo y rival Litri, que vive junto a la Puerta de Alcalá. Ellos revolucionaron la Feria de Julio. Seis o siete llenos diarios en una plaza en la que cabían 16.000 espectadores. Una gloria. Apenas contaba la playa. Mira que si vuelve a pasar con Collado y Polope…

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Manolo Molés

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