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Un General y dos guerreros

Enrique Ponce, López Simón y Roca Rey, por la puerta grande de Alicante, se repartieron ocho orejas, y al toro “Limonero”, de Daniel Ruiz, le dieron la vuelta al ruedo en otra tarde de llenazo

Otro reventón. Otra tarde feliz. Otra vez la puerta grande de par en par. Esta vez en lugar de dos fueron tres toreros. Un general, Ponce, maestro estratega, el hombre de la ambición infinita; y dos jóvenes guerreros, López Simón y Roca Rey, expertos en asaltar trincheras y desmontar viejos sistemas. Por medio, otro gran toro, ‘Limonero’, de Daniel Ruiz, bravo y noble sin fin. Si digo que fue el mejor de la corrida igual me equivoco. El quinto, un tal ‘Fígaro’, de abierto armamento, fue tan bravo y más emotivo, que no quiere decir que más fácil, uno más al gusto del torero, el otro más al gusto del aficionado. Así que entenderán que al acabar el gentío se resistiese a abandonar la plaza y aún tuviese tiempo para jalear a un joven infante que muleteaba al viento anunciando que esta Fiesta, a pesar de tanto agravio, de tanta ignorancia y de tanta ceguera, tiene futuro.

El general Ponce lanceó suave y gustoso a su primero, siguiendo ese guión del nuevo Ponce que insiste en seguir creciendo. Fue el mejor augurio de una tarde que acababa de nacer. El toro, poco definido de primeras, dio pie a que el maestro se pusiese a buscarle soluciones y en esas tareas todos sabemos quién es. Naturalmente se las encontró y el toreo al natural surgió libre y fácil y el toreo a derechas, más armado, con más autoridad. En conjunto, mucho más de lo que cabía esperar. En el cuarto arrancó la faena con unos doblones magistrales que domeñaron al toro pero no le convencieron. Renuente y sin ritmo el de Daniel, el trasteo no acababa de levantar el vuelo hasta que el de Chiva pensó, calculó, decidió, le cambió los terrenos, eso es lidiar, eso es maestría, y el toro de pronto pareció otro. Ahí surgió el toreo ligado, impuesto y estético. Unas poncinas del derecho y del revés pusieron la plaza en pie. El pinchazo previo le dejó sin doble trofeo pero con el orgullo de gran maestro a salvo.

López Simón sorteó el mejor lote. El detalle no le quita un ápice de mérito a su éxito. Atacó en su primero y atacó en su segundo. No desfalleció en ningún momento. Las imperfecciones técnicas las compensó con arrojo. Series largas, ligadas, marcadas por la quietud, engancharon pronto al público. Por un pitón y por otro. Tiró del toro hasta los medios para entrar a matar recibiendo. Fue mucho mejor la ejecución que la colocación. Mucho riesgo en el encuentro y poco tino. El resultado fue un bajonazo de efectos fulminantes que no fue óbice, en este caso, para que el presidente -¿se acuerdan?… aquel al que Morante le envió unas gafas para que se enterase- le concediera las dos orejas. Seguramente sigue sin utilizar gafas o directamente no se ha leído el libro del buen criterio taurino. Ni aun siendo Alicante -con todos los respetos o por esos mismos respetos- y teniendo en cuenta los méritos de la faena de López Simón, que los tuvo y muchos, un bajonazo de ese calibre no puede ser preámbulo de un doble trofeo. Luego le plantó cara a la bravura de su segundo con la misma decisión, con la mano baja, para que luego digan que no lo hace, y mucha imposición. Siempre quiso llegar al final, nunca se conformó. Faena ambiciosa, que intentó rematar en la suerte de recibir esta vez sin fortuna.

Cuando salió el sexto toro, de La Palmosilla, colorado y serio, agrio y amenazante, el General Ponce y López Simón tenían amarrada la puerta grande, y Roca afrontaba el reto de no quedarse atrás. No se quedó. A Roca, el peruano, le sirven en este momento todos los toros, diría que le importa un pimiento cómo es el toro, él apuesta a sí mismo, y la faena a ese colorado fue una angustia constante. Le aguantó parones, regates, miradas, le obligó a pasar por delante y por detrás y concentró la atención del público, que pronto comprendió lo formidable de aquel desafío. Impasible y ambicioso, remató su obra con la que, seguramente, fue la mejor estocada de la tarde, y si necesitaba una oreja para salir por la puerta grande, cortó dos. La otra la había obtenido en su primero, un toro corriente y chico al que toreó muy quieto, como marca su tauromaquia, y muy derecho.

A la hora de cerrar esta crónica, lo que se cotizaba en Alicante es la lista de famosos que acudirán hoy a la gran cita de José Tomás. Se cae del protocolo el Rey Emérito, de quien decían que venía seguro. Se habla del ministro Margallo, aunque con lo del Reino Unido quien sabe, se asegura la presencia de Vargas Llosa y la Preysler, se da por hecha la concurrencia de Carlos Herrera, Vicente Amigo, Sabina, ayer ya estaba Sánchez Dragó etcétera, etcétera… las celebrities al completo para ir a los toros. Es otra vía de futuro.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 24 DE JUNIO EN LAS PROVINCIAS

“Contraste de estilos”, la crónica del 22/06/2016