Que un hijo de aquel gran empresario que fue Manolo Chopera diga que siente “pánico” ante lo que pueda suceder en el año que acaba de comenzar, produce escalofrío a cualquiera que se considere concernido por el funcionamiento y desarrollo del toreo. Y el recuerdo del padre me viene a la cabeza porque si Oscar y Pablo tienen algo del cuajo – y me consta que si- de aquel mocetón que, cuando todavía no había cumplido los veinte años, traté durante un largo invierno albaceteño, adonde lo habían dejado su padre y su tío para que pulsara el ambiente y las expectativas reales de la ciudad cuya plaza les había sido adjudicada, repito, si tienen algo de su catadura es como para comenzar a preocuparse seriamente sobre lo que le puede deparar a la Fiesta como negocio este 2013.
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