El toreo vive momentos de apasionada revitalización. Se ha visto en Sevilla y se ve estos días en Madrid. Treinta tardes seguidas, con más de veinte mil espectadores de media cada jornada se convierte en el mayor zasca que se le pueda hacer a todos los Urtasun que en el mundo son. Esa realidad son datos que solo los aguanta el fútbol. Se dice que es la respuesta a las ansias prohibicionistas de determinados intereses identitarios (acción, abuso, reacción) pero sobre todo el reconocimiento (me gustaría más que fuese eso) a un espectáculo cuya esencia premia y reconoce valores tan incuestionables y necesarios, tan escasos como la verdad, el riesgo, la entrega, la tradición, el respeto… si resumimos y recurrimos a Lorca hablamos del espectáculo más culto (también más auténtico) de cuantos se ofertan. Al paso de todo ello, o mejor, viendo pasar desde Valencia esa renaixença torera duele el inoportuno (no se sabe si también necesario) persianazo que sufre la plaza de Valencia tantos años referente del pulso taurino. Aquí nacían los nuevos valores, aquí se consagraban, firmaban las grandes hazañas y marcaban la tendencia cada año. Los responsables últimos (diputación) no pueden perder la oportunidad de al menos defenderlo y sumarse al renacimiento. Su apoyo, más que oportunidad de mercado político, es obligación. Ni en Madrid, ni en Andalucía, ni Castilla-La Mancha…, siglas al margen, han dejado pasar la ocasión. Aquí tienen un compromiso con la historia que no parecen sentir. Con lo que ha sido Valencia es difícil de asimilar esta abstinencia. No sería postura inteligente, en realidad sería un despilfarro, que las instituciones dejasen pasar el tren. ¿Quién está al mando, quién hay ahí?...
Mientras los toros recuperan su condición de fenómeno de masas en Madrid en Valencia duele el persianazo
Un renacimiento general de esas dimensiones precisa de nombres que lo sustenten para consolidarse. Y los hay. Hay estrellas en la cumbre y hay una base que le da cuerpo y solidez a la pirámide artística. Morante, en la cúspide, marca el camino. Ya lo comentamos en Las Provincias. Hombre particular y torero excepcional. Las cosas de Morante solo se le ocurren a él, solo las hace él, algunas solo le caen bien a Morante. Lo suyo crea tendencia y admiración. Ni corre ni se prepara ni parece que haga regímenes especiales, ni comparece esbelto ni hercúleo como tantos jóvenes toreros de la actualidad. Ni falta que le hace. Tan fuerte es su impacto que los públicos le dispensan hasta sus creencias políticas y en un momento de tanta bipolaridad en España partidarios de Morante son unos y otros; incluso aquella incompatibilidad entre torero de arte y torero de valor ha quedado abolida por la gracia del sevillano, el tipo es valiente como pocos y artista como nadie. Eso es privilegio de Morante. Roca, en otro palo artístico, no ceja, da la batalla y zarandea los corazones tarde sí tarde también, en la plaza y en la calle. Él martillea con sus armas, a mucha honra, arrojo y más arrojo, y dispara los tensiómetros. Los cronistas antiguos dirían que dispara el precio de la tila. Pongan ahora en su lugar el P.V.P. del diazepam. Gloria pues a la variedad, al clásico y al moderno que capitanean la gran movida. El partidismo en el toreo siempre trajo los mejores réditos.
No son los únicos, hay más vías, no olvido al singular Talavante, que cada vez activa con más frecuencia los sonidos negros de su tauromaquia. Brazos largos, pies firmes, muñecas sueltas, capacidad de improvisación y un toque indescifrable que le hace diferente. Con él la singularidad sigue cotizando. Llegó a Madrid, calmó a la oposición y de primeras abrió la puerta grande. Horas después en el mismo ruedo el toreo celebraba una rebelión. Un tal Fortes, que parecía arrumbado por el sistema, en realidad lo estaba, llegó y le dio cuerpo a todos sus sueños. Se trata de otra singularidad, ahí está el secreto, en la originalidad en tiempos de tanta uniformidad, los sociólogos a eso le llaman globalidad, pues en ese ambiente llega a Madrid el tal Fortes, personalísimo como ningún otro, y aplica la fórmula que se aplicó siempre: pararse con un toro, tener paciencia, consentir que te mire, que te amenace sin que parezca importarte y esperar que pase pespunteándote los muslos mientras el mundo encoge el corazón. Lo hizo y deslumbró, se acabaron los prejuicios que le acompañaban, en realidad se desplomaron los muros del sistema. No hizo falta ni ser guapo ni mediático (eso llegará en cuanto persista en su actitud) ni un niño litri, solo es necesario ser diferente sin traicionar las esencias del toreo que pasan por el riesgo y por la templanza. Ese es Fortes, el torero que redescubrió y puso en valor la serenidad frente a dos toros poco previsibles que acabaron cautivados y rendidos a su toreo. Como todos los que le vimos.
Rufo malogra con la espada una gran faena en Madrid
Caso semejante fue Tomás Rufo, austero y auténtico como los viejos castellanos, lo que corresponde en un diestro de Toledo, en Madrid redondeó una faena de altos vuelos, redonda, honda y pausada, a un gran toro. Esa es la referencia definitiva: redondear gran faena a un gran toro, y no perder el reto. Víctor Hernández, en Madrid fue el otro joven que se rebeló en Madrid y expuso abiertamente la vida en busca de la gloria, que suena grandilocuente, pero fue cierto.
Acceda a la versión completa del contenido
Un tal Fortes se suma al renacimiento torero
El cartel lo componen Cid de María, Martín Morilla y Carlos Tirado. La novillada con…
Esta tarde en Córdoba, Manuel Román tomará la alternativa de manos de Juan Ortega y…
Seis toros de Fuente Ymbro aguardan ya en los chiqueros de Las Ventas para la decimoquinta cita de…
Morante, Talavante y Roca Rey han vivido una tarde de genialidad, temple e indulto en…
El sevillano bordó el toreo con la mano izquierda frente al sexto, un remiendo de…
Los tendidos y barreras de la plaza de toros de Las Ventas se llenaron de…