El señor Rodríguez Uribes, ministro de Cultura del Gobierno de España, me permitirá que le llame simplemente Uribes. Es lo que ocurre cuando el segundo apellido es más sonoro que el paterno. Este señor nacido en Valencia, de lo que no tienen la culpa los nacidos en la hermosa ciudad levantina, tiene acreditada su formación como universitario en la carrera de Derecho. Es más, en su curriculum se dice que es especialista en filosofía del Derecho. Debe ser un hombre culto, pero desde que es ministro se ha dedicado de forma trapacera a meter la pata con la fiesta de los toros. Llama la atención su actitud, pero no solo ahora sino también en otras declaraciones o gestos en los que ha menospreciado a la tauromaquia, que es una de las actividades que debe atender su ministerio.

Si mala fue su respuesta a la pregunta de Pablo Aguado, más miserable me ha parecido su intento de justificación, cual niño chico que canta lo de “yo no he dicho eso”; o lo de “se me ha malinterpretado”. En absoluto, señor Uribes, sus palabras no hacen más que recalcar lo que ya antes ha manifestado con sus ignorancias o desprecios al sector

Me pregunto los motivos para semejante estulticia de un señor al que se supone ilustrado, aunque su fisonomía me recuerda a algún mayordomo de alguna cofradía sevillana, que se zampa dos bollos haciendo barquitos en la salsa de las gambas al ajillo de un bar trianero. Pero la imagen no tiene por qué ser indicativa del fondo de una persona. Se parece también a un presidente de comunidad de mi barrio que es una bellísima persona, aunque se come los papelones de pescao frito con verdadera fruición.

Si intento explicar los motivos de sus reiteradas faltas de empatía con el toreo, se me ocurre pensar que el señor Uribes es un necio, porque solo así se puede entender que un ministro se olvide de forma sistemática de una de las parcelas de su departamento, la que precisamente más impuesto devenga al Estado en forma de IVA. Es de necios ignorar una de las actividades más importantes a la que debe dedicar su trabajo.

Uribes es un prevaricador, porque opina que no puede aconsejar a la gente que vaya a los toros, a los que por ley debe fomentar, promocionar y defender. No acabo de comprender cuál es la razón de su posición, si la de un necio, un listo o la de un cínico. Aunque lo más probable es que sea las tres cosas al mismo tiempo

Pero es posible que su comportamiento no sea por necedad, sino que es la consecuencia de que es muy listo. Convive en un Gobierno en el que el presidente admite que la Fiesta le importa un pimiento; el vicepresidente se siente incómodo porque la tauromaquia esté considerada como un Bien Cultural, y donde la ministra de Trabajo ha condenado a la miseria a los profesionales taurinos. En esa colmena, pensará el señor Uribes, lo más conveniente es seguir la corriente y no darle al toreo ni agua.

También puede ser que el señor Uribes sea simplemente un oportunista capaz de no medir sus palabras. Si mala fue su respuesta a la pregunta de Pablo Aguado, más miserable me ha parecido su intento de justificación, cual niño chico que canta lo de “yo no he dicho eso”; o lo de “se me ha malinterpretado”. En absoluto, señor Uribes, sus palabras no hacen más que recalcar lo que ya antes ha manifestado con sus ignorancias o desprecios al sector. Es propio de un redomado cínico recordar lo del premio de las Bellas Artes, que no se le otorga siempre a un taurino, o que estuvo un día en la Maestranza en una entrega de premios. No creo que tenga valor para volver por la plaza de toros de Sevilla. Es un prevaricador, porque opina que no puede aconsejar a la gente que vaya a los toros, a los que por ley debe fomentar, promocionar y defender.

Uribes dejará de ser ministro algún día, para regocijo de muchos, y la Fiesta seguirá viva en nuestros ruedos. Esa será su derrota

No acabo de comprender cuál es la razón de su posición, si la de un necio, un listo o la de un cínico. Aunque lo más probable es que sea las tres cosas al mismo tiempo. Sobre el pacifismo de otras artes (cine y teatro) habría mucho que hablar. Alguien debería explicarle al señor Uribes qué es la Fiesta y como es una escuela de valores para la juventud que se acerca a la misma. A fin de cuentas, pienso que no merece la pena gastar ni un minuto más en este orondo caballero. Dejará de ser ministro algún día, para regocijo de muchos, y la Fiesta seguirá viva en nuestros ruedos. Esa será su derrota.

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Un tal Uribes

Carlos Crivell

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