Hay que rendirse a la evidencia. Este verano redondo de Enrique Ponce les quita toda la razón a los que pretenden minimizar al torero valenciano con el único argumento de que es absolutamente previsible. ¡Bendito sea Dios, que permite que su previsibilidad haga de cada una de sus tardes un éxito incontestable! Si yo tuviera que ponerle un pero a la gran temporada del chivano, me decantaría por la corrida picassiana de Málaga. Corrida, cuyo único error estuvo en que sus botafumeiros la convirtieron en un concierto hollywoodiense, en el que no faltó más que Xavier Cugat y sus chihuahuas. Muy bien la Morente, extraordinaria la música, pero cada cosa en su sitio y en su momento. Porque a mí, me rechinaron los oídos oyendo Carmina Burana en el paseíllo. Lo cual no es óbice para que Enrique estuviera inconmensurable en La Malagueta. Y es que, uno prefiere al Papa del Toreo actual a palo seco. ¡Qué le vamos a hacer!
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